Parece que a algunos lectores de este periódico les irrita la denuncia del genocidio que miles de cristianos están sufriendo, especialmente en los países musulmanes. Descalifican esta denuncia porque, por lo visto, al que escribe le gusta el victimismo y olvida otros crímenes que no saca a colación. Todos estos, siempre los mismos, no son más que tres valientes; léase literalmente la cifra, no así el calificativo que es irónico. Resulta que siempre se esconden bajo los mismos pseudónimos en el foro digital de este periódico. No tienen el valor ni el rigor de escribir, al menos, en la sección "cartas de los lectores", dando nombre y apellidos, para generar un debate constructivo. Tres "sastres" que cortan trajes con tal cortedad de miras y falta de sentido común que se creen progres solo por descalificar una y otra vez a quienes damos la cara, escribamos de lo que escribamos. La verdad que en el fondo me siento halagado de que lean tan asiduamente esta página de religión, porque, de seguir así, algo bueno se les pegará al final, digo yo. A ver si aquí se cumple aquello de que el roce también hace el cariño.

Cuando, en mi anterior colaboración, escribí de las cuatro Misioneras de la Caridad asesinadas en el Yemen en el nombre del Corán, uno de mis "antiadmiradores secretos" me criticaba juzgando que en el fondo nos va este "rollo de manía persecutoria". Pues bien, ese mismo día tuvo lugar un gravísimo atentado terrorista en Pakistán: 300 heridos y 72 víctimas de las cuales casi la mitad eran niños, muchos de 4 y 5 años. Esto decía el comunicado de los asesinos: "Reivindicamos el ataque contra los cristianos que celebraban la Pascua". Peter Jacob, director de la Comisión Justicia y Paz de Pakistán, confirmó cómo "los terroristas han tratado de causar el mayor número de víctimas posibles y golpear en particular a la comunidad cristiana". Este ha sido otro trágico episodio que forma parte de esos 200 millones de cristianos en el mundo que tienen negados sus derechos, hasta el punto de ser condenados a muerte solo con mostrar una cruz. Eso es lo que le ha sucedido también a un estudiante católico en Egipto, linchado por sus compañeros de clase; estos, a su vez, instigados por el profesor que le descubrió la cruz y con la cómplice indiferencia del director del centro. A la vista de este triste pan nuestro de cada día, ¿cómo es posible que haya lectores que se atrevan a calificar este genocidio de los cristianos (que se intenta silenciar a toda costa) como "rollo de manía persecutoria"?

Menos mal que al fin ya se van alzando voces de periodistas laicos, como la de la catalana Pilar Rahola, que terminó uno de sus recientes artículos en "La Vanguardia" con esta frase lapidaria: "Están matando a cristianos por su fe. Basta ya de esconderlo".