A la espera de lo que ocurra el miércoles próximo en la tan dilatada entrevista entre el líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el de Podemos, Pablo Iglesias -aunque en realidad poco o nada se espere, por más que ambos reiteren sus deseos de evitar la repetición de elecciones- cunde todavía más si ello es posible la desesperanza y la sensación de definitiva derrota en el seno del PP que se reconoce alejado, en su soledad, de cualquier posibilidad de mantenerse en el Gobierno aunque sea compartiéndolo.

Tanto es así -y ya se sabe que donde no hay harina todo es mohína- que no dejan de prodigarse los rumores en torno a los movimientos que se están dando dentro del partido que encabeza Rajoy, a quien cada día le cerca más el descontento de los suyos, votantes incluidos, si se exceptúa, lógicamente, a su guardia pretoriana. Le salva de que las asechanzas se hagan mayores y más públicas el hecho de que hay un Congreso por medio, que ha de significar forzosamente el punto de inflexión del PP.

Dentro de ese ámbito de réplica a las posturas oficiales del partido, es curioso observar, sin embargo, cómo desde cualquiera de sus escalones, ni los que están en la dirigencia, ni los que aspiran a estarlo, evitan el referirse a la corrupción como una de las causas principales, sino la principal de atender a la encuesta del CIS, del desmoronamiento que se vive en el PP actual. Todos manejan otros motivos, otras excusas, que van de la necesidad imperiosa de practicar la democracia interna y dejar para la historia el dedo del cacique de turno, al casi total mantenimiento de las leyes del disparatado Zapatero para no perder votos, pasando por el incumplimiento de las promesas electorales y las políticas de austeridad que tanto han debilitado a la clase media y han empobrecido a los estratos sociales más débiles.

Como ya se ha comentado en otra ocasión, parece que no son solo los sectores jóvenes del partido los más empeñados en hacer una renovación total, una refundación, partiendo casi de cero, con elecciones primarias, listas abiertas, limitaciones de cargos y más, dado que también dentro de lo que se ha llamado la vieja guardia del PP se está a la expectativa de lo que pueda ocurrir y de tomar soluciones que pudieran llegar incluso a la creación de un nuevo partido de derecha-derecha pero que se formaría desde las bases, a la manera de Podemos. Uno de los que se cita a la cabeza del movimiento es Mayor Oreja. Pero hay otras opciones, como la de crear una tendencia reconocida dentro de partido.

El malestar es latente y patente y de ahí unas reacciones que nacen, además, originadas por el miedo al avance definitivo de Ciudadanos, el partido de centroderecha que aunque siempre y a la postre obtenga más votos en las encuestas que en la urnas, representa una amenaza clara para el PP, pues puede ir vampirizando a sus fieles electores. De los cuatro millones de votos perdidos por Rajoy, el 15 por ciento fueron a parar al joven partido de Rivera. Y no hay que olvidar a Vox, el grupo desgajado del PP, que pudiera unirse a ese hipotético partido de derechas en el que se piensa, o de ultraderecha si se quiere, una tendencia política que hoy día está presente en buena parte de los parlamentos europeos.