La vendimia ya ha venido y nadie sabe como ha sido. Los primeros/as valientes ya se han puesto a la tarea, comenzando por algunas variedades de blanco, como el moscatel, y por las viñas viejas. Es lo que tiene el cambio climático o lo que sea, que cada año la recolección de uvas se acerca a agosto y empezar a apañar el fruto a mediados de septiembre es ya normal, cuando hace un par de décadas nadie comenzaba las tareas antes de la Virgen del Pilar.

La sequía ha comprimido el fruto, con bayas más pequeñas y menos mosto. Los racimos están sanos, ni gota de oídio o mildiu, que de momento ha sobrado hasta el azufre. La merma de peso del fruto hará que la cosecha caiga ligeramente respecto a la recogida en 2014 y no se espera que llegue a 30 millones de kilos en toda la provincia, unos 20 en la D.O. Toro.

La vendimia se ha iniciado y se va a extender por todas las zonas vitivinícolas de la provincia con las mismas incógnitas de otras campañas. La principal, la falta de precio. Nadie sabe nada, todo el mundo silba con disimulo. El secretismo sobre cotizaciones es tan endémico como el oídio. Los viticultores inician las tareas de recolección sin conocer el precio de su cosecha, algo que se repite un año sí y otro también.

En otras zonas vitivinícolas, como La Mancha, pintan bastos. La bajada de precios de la uva ha despertado ampollas entre los propietarios de viñas que no entienden que si disminuye la cosecha, como al parecer va a ocurrir, caigan también las cotizaciones. Los viticultores de Valdepeñas han amenazado con descalificar las uvas blancas y tintas para que no se puedan destinar a la elaboración de vino con marchamo de calidad.

Comienza la vendimia con buen tiempo y lluvia de interrogantes. Como siempre. Y es que el cambio climático hace adelantar la recogida pero mantiene los vicios.