José ronda la treintena. Se fue del pueblo hace años para buscarse la vida en Madrid. Está en paro desde hace dieciocho meses porque cerró la fábrica de puertas metálicas donde trabajaba desde hace dos lustros. Los ahorros y lo que cobró -todo junto- del desempleo le encendieron la bombilla y después de un curso de emprendimiento (¿) volvió a pensar en sus orígenes, en el pueblo, la cuna de sus padres, de sus abuelos, allá en los altozanos de la Guareña, en la tierra. Llegó con Mari, su mujer, y Carla, su hija de cuatro años, y una pizca de ilusión colgada de la maleta y la idea clara de lo que quería hacer: montar una nave ganadera para criar cerdos. Se puso en contacto con la cooperativa, papeleo, pegas de la Administración y lo peor, el freno de la falta de agua. "Usted no puede excavar un pozo porque lo prohíbe el Plan Hidrológico. El acuífero está muy desgastado y hay que recuperarlo" (?). Se quedó de piedra, reseco y corrido. "¿Y eso es para siempre?". "Ah, no sabemos".

Lleva meses esperando una respuesta. Nada. El sindicato ha empezado a presionar. También los medios de comunicación, hasta la Diputación Provincial, pero la CHD no se baja del pedestal. El nuevo presidente culpa de la negativa a un real decreto incluido en el Plan Hidrológico vigente hasta el 31 de diciembre de 2015. Para revocarlo se necesita un segundo real decreto o la promulgación de un nuevo plan. Lo mejor, claro, dice el organismo de cuenca, es esperar al nuevo plan. Es mucho más cómodo que promulgar un real decreto "(uf, eso es un lío)". Total, a lo mejor en 2016 está resuelto.

José está cansado de llamar a puertas que se abren pero callan. Harto de escuchar que el ámbito rural se muere, de que es necesaria una estrategia de choque para evitarlo, pero que ninguna administración pone en marcha. Tan harto que ya ha mandado 20 currículos a empresas de Madrid. Está a la espera de respuesta.