El pasado 8 de julio de 2014 dio comienzo la operación margen protector, ejecutada de manera unilateral por el Estado de Israel, y que hasta la fecha del presente artículo han fallecido, a consecuencia de la misma, 2.100 palestinos, de los cuales más de tres cuartas partes eran civiles, 64 soldados israelíes, así como 2 civiles judíos.

Todo ello motivado porque el 12 de junio de 2014 tres jóvenes judíos fueron secuestrados en las cercanías de la localidad de Hebrón, en Cisjordania, mientras hacían autoestop. Rápidamente, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, imputa la responsabilidad de la acción a Hamás, que siempre ha negado cualquier implicación de manera directa en estos hechos. El 1 de julio de 2014, los cadáveres de los tres adolescentes israelíes fueron hallados sepultados bajo numerosas rocas en un descampado entre la localidad de Jaljul y la ciudad de Hebrón en Cisjordania. La respuesta de Israel a esta atrocidad es cometer una barbaridad aún mayor, que lleva por nombre "operación margen protector".

En primer lugar, Israel comete un craso error al justificar la operación militar llevada a cabo como una respuesta a las acciones de Hamás. Si tenemos en cuenta que esta última organización está considerada por gran parte de la Comunidad Internacional como un grupo terrorista, un Estado libre y democrático como supuestamente es Israel no puede ponerse a la altura de la primera, respondiendo al terror con atrocidades aún más monstruosas. No es aceptable que un país miembro de Naciones Unidas ejecute una ofensiva militar de manera unilateral sobre un territorio, solo por el hecho de que este se encuentre gobernado por una organización que hipotéticamente (pues a día de hoy es un hecho incierto) es responsable del secuestro y asesinato de tres jóvenes judíos, violando flagrantemente las nociones más elementales de Derecho Internacional, y vulnerando la presunción de inocencia de esa organización. En España, durante muchos años, hubo infinidad de municipios en el País Vasco cuyo poder regentaba el brazo político de ETA, y no por ello cuando este grupo terrorista asesinaba a una persona, y se atribuía posteriormente tal acto, declarábamos el Estado de Sitio sobre esta región, invadiéndola. Siempre se dio una respuesta coherente y respetuosa con la legalidad nacional e internacional a cualquier acto de barbarie de ETA, salvo contadas excepciones, como así fue el caso de los GAL, donde, por cierto, sus responsables han acabado entre rejas y no condecorados militarmente, como suele ocurrir en Israel.

Además, Israel falta al respeto de su memoria histórica, pues entre las filas de su actual gobierno se encuentran tres ministros con carteras fundamentales y responsables directos de la operación militar llevada a cabo, pertenecientes todos ellos a partidos de extrema derecha, entre los que cabría destacar a Avigdor Lieberman, actual ministro de Asuntos Exteriores, y que, entre otras cuestiones, ha defendido en el pasado el uso de la bomba atómica en la franja de Gaza, y bombardear Teherán, la presa egipcia de Aswan, y Beirut. No deja de resultar esperpéntico el hecho de que existan personas y partidos políticos en Israel, con amplio respaldo democrático por parte de la ciudadanía, ubicados en la misma corriente ideológica que hace no más de 70 años ideó el genocidio de todo el pueblo de Israel, y que por medio de la "solución final", ejecutó a más de cinco millones de judíos. A mayor abundamiento, parece que Israel pone en práctica actos más propios de un Estado totalitario que de un gobierno democrático, como es el confinamiento de la práctica totalidad del pueblo palestino en dos grandes guetos a modo de prisiones al aire libre, llamados Gaza y Cisjordania, que nada tienen que envidiar a los guetos judíos de Alemania y Polonia de los años 30 del siglo pasado, donde la única perspectiva de cualquier palestino que habita en esas zonas es subsistir y sobrevivir, pues el derecho al desarrollo de una vida digna les ha sido arrebatado hace décadas de manera unilateral, por los que otrora fueron las víctimas del Tercer Reich alemán, convertidos hoy en día en los verdugos del Pueblo Palestino.

Tampoco es de recibo que un supuesto gobierno democrático apoye las incursiones de asentamientos ilegales de colonos judíos en los territorios ocupados desde la guerra de los seis días, en el año 1967. Desde esta fecha, Israel ha desarrollado de manera continua y progresiva una política tendente a la apropiación de los territorios en manos de la Autoridad Nacional Palestina, como es el caso de Cisjordania y Jerusalén Este, con el afán de expandir sus fronteras a épocas bíblicas y de paso desarticular la unidad territorial y política de los palestinos, a través de pérfidos artificios ilícitos. Todo ello ha generado que el número total de colonos israelíes en los territorios ocupados sea aproximadamente 556.700 personas, con consecuencias trágicas para el pueblo palestino, lo que ha ahondado profundamente en su división y confrontación, pues la franja de Gaza se encuentra gobernada por Hamás, organización de corte islámica, y Cisjordania por Fathat, laica y seglar, con posturas antagónicas que hasta hace poco parecía irreconciliables, y que en ocasiones han llegado hasta una pseudo guerra civil, para regocijo de gran parte de la clase política israelí.

Tras décadas de conflicto continuado entre los dos pueblos, Israel tiene que estar a la altura de las circunstancias de una vez por todas, y superar su miedo histórico. Su política en cuanto a la defensa nacional no puede ampararse constantemente en los fatalismos propios de los años 30, al miedo al exterminio por parte del Tercer Reich alemán, puesto que con sus acciones, lejos de preservar y proteger al Estado judío, lo que está generando es crear un nuevo apartheid sobre el pueblo palestino, al más puro estilo del Gobierno racista sudafricano del siglo pasado, que en nada ayuda a la seguridad de Israel, puesto que esta opresión sobre los palestinos es el principal pretexto del que se sirven los extremistas como Hamás para justificar sus atentados. Es necesario que Israel acepte definitivamente la creación de un Estado Palestino, soberano e independiente, con fronteras razonables, y que cese con carácter permanente la ocupación militar de sus territorios. Solo así será posible que los dos pueblos puedan llegar a coexistir en paz y armonía el día de mañana.