Frente a todos los sinvergüenzas que viven de servirse y no de servir, ayer vi la cara amable de la solidaridad. La ponía una presentadora de medio pelo, fuera de sitio en su actual programa pero, a lo que se ve, una señora íntegra de arriba abajo.

Se trata de Terelu, la hija de la gran Teresa Campos. Anunció que hoy mismo iba a quitarse la melena postiza para enseñarle al mundo cómo es sin pelo o con el pelo rapado a causa del fuerte tratamiento que sufre contra el cáncer.

Si no fuera porque el dinero lo destina a fines benéficos, pensaría que estábamos ante la más obscena utilización de la enfermedad para trincar una pasta gansa. Pero no. Terelu ha dicho que la parte gorda del suculento pastel irá destinado a Cáritas y su obra, que ayuda en lo que puede a los millones de pobres que pueblan la piel de toro escuálida española. Otra parte iba para una ONG y la tercera para otra institución benéfica.

Con la que está cayendo, con la cantidad de cientos de miles que tienen a todos sus miembros en el paro, confieso que su acción me conmovió. No es la primera española ni la última que echa la casa por la ventana a favor de nuestros hermanos que sufren los rigores del paro al que les hemos condenado.

Espero que en todo esto, como en la mayoría de las cosas de la farándula, no haya gato encerrado. Yo la creo a pies juntillas y no creo que detrás de su preciosa acción haya otro tipo de interés que no sea el de ayudar.

Me conmueve, sobre todo, porque el pastel será de muchos millones de pesetas y es gratificante ver cómo algún español de bolsillo potente se acuerda de sus compatriotas. Qué grandioso ejemplo. Supongo que a más de un sinvergüenza, que lo único que hace es desangrar nuestros bolsillos, se le caerá la cara a trozos.

Dice la colaboradora que tiene muchísimas pelucas que ha utilizado durante su enfermedad y que también está dispuesta a donarlas a todas aquellas mujeres que hayan tenido su mismo problema y que las necesiten. Eso es estupendo. Debería haber una especie de banco de pelucas y de otras muchas cosas que, cuando acaban de hacer su servicio, sean bálsamo para otras personas.

Y a eso llegaremos. A este paso no me extrañaría nada que acabáramos haciendo un banco de huesos para que los necesitados fuéramos a cogerlos prestados para meterlos en agua hirviendo y hacernos un cocido. Eso es lo que nos han dejado.

Solo leo, oigo y veo los medios por pura necesidad profesional, si no, confieso que cerraría mis ojos y mis oídos al cataclismo con el que a diario nos bombardean. Eso o sacaría la espada de mantequilla para untarle los morros a los corruptos que nos llevaron hasta aquí.

De verdad que dan ganas de morderse uno las muelas. Siempre la solidaridad tiene que partir de los débiles. Siempre entre los pobres tenemos que intercambiarnos los platos para poder ver al menos la mancha que deja la sopa escasa en los bordes.

En cualquier caso, es muy difícil que todos los parados puedan vivir de la beneficencia, de la limosna que les pueden entregar instituciones ejemplares. Lo que quieren y lo que legítimamente estamos obligados a darles, es trabajo. Porque es su derecho.

Lamentablemente no parece que el trabajo vaya a llegar pronto y menos de la mano de dos partidos, uno que nos arruinó y el otro que tiene tan poca vergüenza que no ha sido capaz de comenzar a remendar la capa de los pobres con el hilo de oro con el que se visten los políticos. Claro, ellos tienen cuchillo y tenedor y tienen con qué cargarlos.

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