Sylvestre Somo Mwaka es un congoleño menudo y rechoncho. Acaba de estar en España para recibir el Premio Mundo Negro a la Fraternidad durante la celebración del XVIII Encuentro de Antropología y Misión, que organiza todos los años la revista Mundo Negro. Esta edición ha estado dedicada a la República Democrática del Congo con el lema "Por la verdad y el derecho". Este país tiene una superficie como cinco veces España y más de 53 millones de habitantes. Podían ser 57 millones, si no hubieran muerto en los últimos siete años cuatro millones de personas, a consecuencia de la guerra más atroz desencadenada después de la II Guerra Mundial. Bueno, cuatro millones menos uno: Somo Mwaka. Este joven de 29 años estuvo a punto de ser degollado en 2001, como dos de sus compañeros, por el "delito" de denunciar los asesinatos a civiles y las violaciones de niñas y mujeres en la zona de Kivu, en el noreste de Congo. Escapó de milagro de las garras de sus verdugos y salió de su país disfrazado de mujer. Disfrazarse de mujer para escapar es una práctica bastante común en Africa. El año pasado usó este método un nigeriano para salir de Londres. Y mucho antes que ellos, en los años sesenta, lo hizo Nelson Mandela, aunque después fue detenido, juzgado y condenado a prisión.

Sylvestre Somo Mwaka nos contó su odisea particular de carrerilla, entre el estupor y el asombro de la concurrencia. Es algo que viene sucediendo en el noreste de la República Democrática de Congo con una rutina cruel, aunque apenas se haya informado de ello. A estas alturas, querrán saber quién quiso matarle y por qué se metió en este berenjenal. Sus verdugos eran agentes de un grupo rebelde denominado RCD (Reagrupación Congoleña para la Democracia), uno de los muchos movimientos que surgieron poco después de ser derrocado Mobutu Sese Seko, en 1997. Proliferaron algunos de estos grupos arropados por los gobiernos de Ruanda y de Uganda, que entraron a saco en Congo para explotar los inmensos recursos del país: entre otros, oro, diamantes y coltan (columbio-tantalio). De hecho, la CDR es un movimiento creado en Kigali, capital de Ruanda, en agosto de 1998; lo, dirige Azarias Ruberwa, actualmente uno de los cuatro vicepresidentes de Congo.

En todo Congo se sabe que este grupo rebelde, aunque oficialmente ha depuesto las armas, sigue apoyando milicias prorruandesas que asaltan, violan y matan a miles de civiles indefensos. Somo Mwaka se presentó un día al entonces obispo de Bukavu, Mons. Errimanuel Kataliko -sucesor de Mons. Christophe Munzihirwa, asesinado el 29 de octubre de 1996 por soldados ruandeses- y le dijo, en su nombre y en el de un grupo de amigos: Monseñor, vemos que es sólo en la defensa de los derechos humanos de nuestra gente. Nosotros queremos ayudarle a denunciar los horrores que padece la población: robos, secuestros, violaciones de chicas y mujeres, asesinatos ... ¿Qué podemos hacer en concreto?

La respuesta de Mons. Kataliko queda grabada para siempre en su mente y en su corazón. Muchacho -le dijo- no tenemos armas para combatir todo el mal que se nos hace, ni tenemos derecho a tenerlas; pero una cosa es cierta, hay que hablar porque nuestro pueblo sufre, hablar hasta nuestro último suspiro. Como tú eres creyente comprometido y miembro de movimientos comprometidos, tenéis que organizaros en asociaciones para la defensa de los derechos humanos y hacer continuamente informes sobre todo lo que pasa en vuestros barrios y pueblos. Estos informes los enviaréis a las autoridades e instituciones competentes, sin olvidaros de remitirme una copia. Quiero que guardes en tu mente lo que te dejo como misión. Son dos frases que debes conservar para que dirija tus actividades: Debemos habla porque nuestro pueblo sufre y debemos aceptar morir por la verdad antes que sacrificar la verdad.

El encuentro con Mons. Kataliko, que en estos momentos estaba retenido en Butembo, precisamente por la CDR, produjo en Sylvestre una total conversión a la causa de la defensa de los derechos humanos en Kivu Norte, que pasó a constituir la misión de su vida. Es una misión arriesgada, que le ha costado casi la vida y crueles torturas: ha sido apaleado hasta la extenuación, le rompieron una pierna y le reventaron los oídos. Lo cuenta sin odio ni ira, como quien es consciente de que son gajes de un compromiso materializado en las asociaciones de que es miembro fundador. AMKA (Amigos de Monseñor Kataliko) y CEJA (Centro de Estudios Jurídicos Africanos).

Al verle danzar en una Misa, celebrada el domingo al estilo africano por el pueblo congoleño en la sede madrileña de los Misioneros Combonianos, uno no puede dejar de pensar en aquellos primeros cristianos que iban cantando hacia el martirio por no renegar de su fe. Lo hacen también sin odio y sin ira. A estos en los albores del cristianismo y a Sylvestre Somo Mwaka en pleno siglo XXI les mueve la misma fe y el mismo amor a Dios y al prójimo. Son cristianos a cara descubierta y a prueba de caricaturas. Pero, eso sí, dispuestos a aceptar morir por la verdad antes que sacrificar la verdad.