Castilla León fue, y sigue siendo, una región de emigrantes. Es obvio que los procesos migratorios han tenido, especialmente a lo largo del último siglo, un papel muy destacado en la evolución general de la población castellano-leonesa y en su distribución geográfica. Y Zamora ha sido una de las provincias de la región más afectadas por ese fenómeno, hasta constituir el abandono de la propia tierra en busca de mejores perspectivas de futuro un problema crónico que ha hecho descender la población provincial de una manera constante durante las primeras décadas del siglo XX. Cabe decir que a nivel de capital humano, Zamora no ha sabido sobreponerse a esa pérdida constante de población y a su paulatino envejecimiento.

En el congreso sobre la emigración celebrado a lo largo de esta pasada semana en Zamora, organizado por la UNED bajo los auspicios de la Junta de Castilla y León y la Diputación Provincial, se ha generado un interesado debate sobre las causas y consecuencias que el fenómeno emigratorio ha generado en nuestra provincia y en el conjunto de la comunidad autónoma, debate en el que han participado expertos, intelectuales y los protagonistas en carne y hueso, con nombres y apellidos, de este fenómeno, los trasterrados que han vuelto por unos días a su tierra natal o la de sus padres para poner sobre la mesa sus propias experiencias.

A lo largo del siglo XIX y durante las primera décadas del XX gran número de ciudadanos europeos abandonaron sus países para dirigirse a otros continentes impulsados por la existencia de tierras por explotar y las mejoras en los transportes por mar. Zamora participa en esta corriente enviando, en esa época, decenas de miles de emigrantes a América y Europa, que se embarcan hacia ultramar con el propósito de trabajar y el fin último de regresar a su tierra habiendo hecho fortuna. Los expertos señalan en más de cien mil (de ellos al menos 50.000 se dirigieron a América) el número de zamoranos que abandonaron su tierra en busca de un futuro mejor, en épocas de penuria económica, buscando bienestar y promoción personal, o incluso, en algunos casos, huyendo del servicio militar. En el mismo periodo de tiempo fueron más de 400.000 los castellano-leoneses que se vieron obligados a abandonar la región.

Destacado ha sido en este encuentro de expertos reconocer el importante papel desempeñado por las asociaciones de emigrantes, catalizadores durante décadas de un sentimiento de pertenencia, de identidad y de mantenimiento vivo del recuerdo del lugar de origen. No se puede explicar la historia de la emigración zamorana a América (principalmente a Cuba y Argentina) sin reconocer la labor ingente de estas asociaciones, cuya función principal era ayudar al recién llegado a integrarse y reforzar los lazos entre los miembros de la colonia, proporcionando a sus asociados educación, asistencia benéfica y sanitaria y actividades de ocio y esparcimiento.

La beneficencia fue, inicialmente, una de las principales funciones de estas asociaciones de emigrantes, entidades de apoyo y solidaridad que ayudaban a aquellos desplazados de baja situación económica y social. Las cuotas de los socios, los donativos de los miembros más pudientes, suscripciones, emisión de bonos y recaudaciones obtenidas en festejos y celebraciones eran las habituales fuentes de financiación de estas entidades que acogieron, hermanaron y prestaron auxilio cuando fue necesario a los zamoranos de la diáspora, siendo las asociaciones de La Habana y Buenos Aires las más activas y representativas, aún hoy. Y no hay que olvidar que en épocas de penuria en nuestra provincia, fueron los emigrantes quienes sostuvieron las economías locales zamoranas con sus aportaciones y obras benéficas desde el extranjero.

Zamora se ha convertido durante varios días en el epicentro de la reflexión sobre el fenómeno de la emigración castellano-leonesa porque nuestra provincia no puede ser ajena al problema que para su desarrollo futuro supone la imparable pérdida de capital humano. En datos aportados por el sociólogo José Manuel del Barrio, casi la mitad de los nacidos en esta provincia residen en la actualidad en otras zonas del país. De hecho, sólo cinco de los veinte municipios españoles con más zamoranos empadronados se encuentran en Zamora. De los 320.000 nacidos en Zamora, sólo 198.000 residen en su provincia natal. Hay 25.000 zamoranos que viven en Madrid, que es la segunda ciudad, tras la capital de la provincia, donde habitan más zamoranos, seguida de Valladolid, con 13.500 naturales de Zamora, por encima incluso de Benavente.

Es de justicia reconocer la labor, el empeño y el amor a su tierra de los emigrantes zamoranos que abandonaron la provincia en busca de un futuro mejor, pero también se antoja ahora una obligación urgente de las instituciones públicas provinciales y regionales la puesta en práctica de iniciativas y políticas activas que ayuden a fijar población y que mitiguen la habitual sangría poblacional que sufre Zamora y que conduce irreversiblemente al despoblamiento de la mayoría de los municipios zamoranos.