Crítica de 'Pequeñas casualidades': las maniobras del azar

Aunque la historia está narrada por su protagonista desde un tiempo más o menos actual, la acción de ‘Pequeñas casualidades’ empieza en 1989, horas antes de la caída del muro de Berlín. La joven Julia, 17 años, decide escaparse del internado en el que está en Ámsterdam y viajar con sus amigos hasta Berlín. El azar juega un papel determinante. El pasaporte se le cae del bolso. ¿Qué habría ocurrido si su amiga no se hubiera dado cuenta de ello? Esta es una de las líneas narrativas: llegan a Berlín, disfrutan de las nuevas libertades, se queda en la ciudad alemana. La otra se corta pronto. Julia vuelve al dormitorio para recoger el pasaporte y se encuentra con una de las profesoras. Con esta opción no habría viaje al muro berlinés y la vida de la joven será bien distinta.

De modo al principio un tanto desorganizado, ‘Pequeñas casualidades’ explora las dos existencias repletas de situaciones, encuentros, amores, disputas familiares y decisiones tan drásticas como diferentes. Lo que fue y lo que pudo haber sido, lo que ha sido y lo que quizá se quiso, se intercambian. Se han realizado varias películas partiendo de una idea similar. Esta fluye correctamente, con la actriz Lou de Laâge como ancla y punto de referencia. Sin su capacidad para pasar de un plano a otro, de una existencia a otra, con enorme sencillez en registros antagónicos, al filme le hubiera costado levantar el vuelo.