Aprendizaje lleno de viajes y conocimiento personal
Teresa Marcos Delgado
Desde Corso Cavour, Macerata aún se esconde tras la muralla. Desde mi azotea, sin embargo, se ven los jardines, los viejos tejados, los incansables pájaros y hasta los Montes Sibilini. A las doce, porque es miércoles, una señora regatea en el mercadillo que cada semana tiñe las calles de color. Al mismo tiempo, en Ginetta —mi bar preferido— se discute sobre cuestiones existenciales que probablemente no decidirán el futuro del país. En Corso Cairoli ya huele a pizza recién hecha y un par de estudiantes recuperan el aliento tras subir las empinadísimas escaleras que llevan a la Piazza. Yo, mientras tanto, me enfrento al reto diario de entender el italiano de Paolo, el cajero del supermercado que frecuento y que habla muy, muy rápido.
Toda una experiencia
Supongo que la experiencia Erasmus, para mí, ha sido todo esto, además de un aprendizaje continuo que me ha permitido conocerme mejor a mí misma y de mil viajes por un país con una belleza enorme; de superar las dificultades de nuevas metodologías de enseñanza e intentar aprovecharlo al máximo; de hacer nuevas amistades, de las de verdad; de valorar más aún mi casa y entender lo bueno que es echarla de menos…
Medio año después, no puedo evitar pensar en la suerte que he tenido, por todo lo que me ha enseñado Italia y por todo lo que me he traído conmigo.
¡Nos vemos en marzo, Macerata!
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