Con motivo de la celebración este mes del Día Internacional de la Niña, el último informe “Skills4Girls: Centrado en las niñas” de Unicef, donde se señala que se encuentran excluidas de forma persistente y desproporcionada de las oportunidades de educación y el borrador del Real Decreto para la ESO, que apuesta por una educación con perspectiva de género, la profesora de Sociología de la Universidad Europea, Rocío Moldes, analiza la situación actual y los beneficios que reportará esta nueva materia en las aulas.

–En pleno siglo XXI, ¿todavía es necesario celebrar un Día Internacional de la Niña?

–Como mujer de una generación donde he visto muchos cambios, me da pena tener que contestar afirmativamente. Las transformaciones que se han producido para mejorar la igualdad de género son un proceso tan indiscutible como inacabado, así que hay todavía muchas cosas por hacer. No es una cuestión específica de un ámbito de un sector de actividad. En todos lo escenarios las mujeres tienen situaciones de desigualdad, dependencia y subordinación. También en los países más desarrollados.

–¿Y en el ámbito educativo?

–La educación es el germen para cambiar muchas cosas y esto se ha constatado. La idea de la nueva ley del Gobierno de cambiar la antigua Educación para la Ciudadanía por Educación en Valores Cívicos y Éticos me parece importante, porque los datos siguen siendo muy elocuentes. Por ejemplo, el número de mujeres en puestos directivos del IBEX es de un 24%, en empresas que se supone que están sensibilizadas con este tema y desarrollan políticas al respecto. Me parece una proporción muy baja, pero es que en el resto de empresas de España no llega al 10%. Y son mujeres en los consejos de dirección, que toman decisiones, que es también una manera de cambiar las cosas. De hecho, uno de los problemas fundamentales es la falta de referentes. Mientras no haya mujeres diseñadoras de videojuegos o bomberas, seguiremos sin imaginarnos cómo tendrían que funcionar y eso conduce a estereotipos y persistencia del modelado. Las mujeres tienen que tener presencia para poder cambiar las cosas, al menos en los países con regulaciones igualitarias.

–¿Qué supone que en las aulas se pueda tratar la perspectiva de género?

–Es una cuestión muy oportuna por el ambiente de involución que estamos viviendo con respecto a algunos derechos adquiridos en los extremos, que los pueden cuestionar o comprobar cómo la orientación sexual puede llegar a ser un motivo para practicar la violencia. Supone sensibilizar y visibilizar, hacer partícipe a la gente en una edad donde tiene que aprenderlo, socializar en esos valores para saber, en primer lugar, que la desigualdad existe, que no es una cuestión ideológica.

–¿En qué sentido?

–Quien la utiliza ideológicamente manipula, porque los datos son objetivos y a nivel mundial, aunque con diferencias entre países. Pero con las legislaciones incluso a favor, existen muchas dificultades. Hay que plantear desde el rigor académico, dentro del aula, que existe la desigualdad de género y que tiene unas causas variadas. Es importante saber que esto hay que combatirlo en sociedades democráticas y que hay formas de hacerlo. Y, sobre todo, desligarlo de que es una cuestión ideológica, porque la desigualdad de género es algo empírico, avalado por datos. Las mujeres, sistemáticamente, están en puestos de subordinación en el mercado laboral, se dedican mucho más al trabajo doméstico y tienen una sobrecarga.

–¿Impartir ese tipo de educación en una etapa como la ESO es fundamental?

–Es muy importante y más en esa edad, donde son maleables e influenciables. Van a tener tanta importancia aquellos valores que interioricen que una asignatura como Educación en Valores Cívicos y Éticos podría contribuir a que una sociedad diversa como la nuestra, desde todo punto de vista, se consolidase. Es un trabajo difícil, pero estas generaciones deben concienciarse de que la diversidad no es una opción, es nuestra realidad. La España del siglo XXI está en un mundo global y tenemos que aprender a vivir como ciudadanos, respetando la idiosincrasia individual. Si no, estamos perdidos. Me parece muy oportuno, pertinente y que puede ser muy útil para concienciar a las poblaciones más jóvenes de que no hay ideología en esta cuestión, sino que hay datos que avalan la necesidad de trabajar por la igualdad de género.

–Como socióloga, ¿tiene la sensación de que las nuevas generaciones, en vez de avanzar en temas de igualdad están sufriendo un retroceso que, en cierto modo, permiten ellas mismas?

–Creo que en el último tiempo ha habido una involución. El hecho de que se ponga en marcha una publicidad institucional que tenga que transmitir a las chicas el mensaje de que una pareja que te controla el móvil no significa que esté más enamorada de ti es elocuente. La generación que ahora estamos entre los 40 y los 50 años nos hemos educado en que el control no significa amor. De hecho, nadie te decía cómo tenías que ir vestida, éramos una generación educada en ciertas libertades y en igualdad.

–¿Cuáles pueden ser las razones de esa involución?

–Son muy complejas. El tema de que las mujeres ocupen siempre un papel subordinado en el mercado laboral es el freno más importante para su emancipación. En lo que llevamos de este siglo XXI tan convulso las diferentes crisis han repercutido negativamente en ello. Creo que existe la idea de que si las mujeres se quedasen en casa igual habría más trabajo fuera, como sucedió después de la II Guerra Mundial, pero ahora el contexto es totalmente diferente. La crisis financiera y económica ha extendido sus tentáculos hacia una crisis más cultural e ideológica que conduce a decir que ser dependiente de alguien no es tan malo. Pero es malo para la emancipación y para la igualdad de género.