El rojo se ha convertido otra vez en tendencia, sin necesidad de gestas de los de Del Bosque. De rojo por fuera y por dentro vistió ayer Laura Rivera que es, a la vez, concejal y esposa del alcalde "extrarrojo" de Zamora, Francisco Guarido, salvando los tiempos de gloria socialistas. La mujer del rojo, que nada tiene que ver con la mujer de rojo. Esta última era la concejal del PP, Clara San Damián, que a la hora de vestir apostó sin complejos por la tonalidad cromática que, ideológicamente hablando, se ha impuesto en el Ayuntamiento de la capital, en contra de sus aspiraciones de campaña. En porte y elegancia, sin embargo, nadie le hizo sombra, a izquierda o derecha. Su entrada se asemejó algo a un photocall de alfombra, roja, por supuesto. Igual esto también viene con el cambio.

Qué vienen los rojos, gritaron algunos. Bueno ¿y qué?, contestaron otros con el voto en la mano. Si además estos rojos de ahora lo mismo te defienden una capilla que a la hora de integrar inmigrantes van y lo hacen con un alemán huido de entre las fauces de frau Merkel.

Rojo en la chaqueta de la secretaria de Organización del PSOE, Ana Sánchez, y a ratos en su gesto de indignación, cuando fueron llamados los innombrables en feudo socialista: Cruz Lucas, chaquetilla blanca y José Luis Gómez, de traje oscuro. Un señor gris sobre fondo rojo, algunas canas de las que luce le habrán salido en los últimos días. Para el recuerdo ese sillón del Consistorio en el que el cartel oficial aún lo recogía como concejal del PSOE.

Guarido, en cambio, vistió camisola informal de rayas anchas. Igual se le han ensanchado tanto como la paciencia que ha tenido estas semanas. Aunque yo creo que prefirió la raya para exorcizar antorrenas y no quedarse a cuadros.