Los primeros meses de Modric en el Madrid hicieron dudar sobre la conveniencia del esfuerzo para rescatar al croata del Tottenham. Pero desde hace un año nadie se arrepiente del culebrón del verano de 2012 ni de los 35 millones que costó el centrocampista. Ancelotti confió en Modric, el futbolista le responde partido a partido y el Bernabéu le aclama como a un héroe. «Pony», su apodo en el vestuario, es un purasangre que ataca y defiende, capaz de tocar el balón con delicadeza en el inicio de romperlo cuando ve la portería. José Mourinho ya empezó a encontrarle acomodo en el último tramo de la pasada temporada, pero la carrera futbolística de Modric cambió este verano. Aprovechó las pruebas de la pretemporada, y la ausencia de Xabi Alonso, para convencer a Ancelotti de que era uno de sus hombres a la hora de armar una medular más constructiva. Modric, que había llamado la atención como mediapunta en el Tottenham y la selección croata, se conjuró para ser un «todocampista», como dicen los italianos. Modric fue importante en el comienzo de temporada, cuando tuvo que asumir la jefatura del equipo, y lo sigue siendo a la derecha de Xabi Alonso. Es un jugador capaz de mover el balón con seguridad y criterio, tanto en corto como en largo, de conducir y de regatear. Ha despejado las dudas incluso sobre sus condiciones físicas, lo que le permite mantener el ritmo durante los 90 minutos. Ancelotti añade su propio punto de vista: «Creo que la habilidad de Modric consiste en esa capacidad fantástica para progresar con el balón». La respuesta de Modric ha cargado de razones a Ancelotti para dejar en el banquillo a Illarramendi e Isco, dos fichajes con los que Florentino Pérez quiere definir la filosofía del club. El croata tiene más experiencia que el ex jugador de la Real Sociedad y cubre mucho más campo que el andaluz. Es decir, aporta mucho más para lograr ese equilibrio que Ancelotti buscó desde su llegada y que sólo ha conseguido desde que se consolidó el trivote formado por Modric, Xabi Alonso y Di María.