El dolor de las familias y amigos de Daniel y Victoriano, el bombero forestal y el pastor muertos hace más de una semana mientras intentaban apagar las llamas del incendio de Losacio, se sintió esta tarde en la capital. La misa de funeral oficiada en la Catedral de Zamora contó con la asistencia de más de trescientas personas, conocidas muchas de ellas de los dos fallecidos pero anónimas la mayoría, zamoranos que encontraron en la misa de ayer el modo de mostrar su respeto a los fallecidos y, en conjunto, a todas las personas que de un modo u otro han sido víctimas del incendio. "También la manera de mostrarles el agradecimiento por poner el bien común por encima de su propia vida".

Un bombero forestal, ayer en la Catedral. | José Luis Fernández

El funeral contó con una amplia representación de la Junta de Castilla y León, lista que encabezaba su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, que pisaba Zamora por vez primera desde que comenzara el fuego. Mañueco, acompañado de los consejeros de Presidencia, Jesús Julio Carnero, y por la titular de Familia e Igualdad de Oportunidades, Isabel Blanco; ocupó un primer banco de la iglesia en el que también se sentó Juan García-Gallardo Frings, el vicepresidente de la Junta. Fernández Mañueco, cuya presencia se rumoreaba desde horas antes, decidió no obstante no entrar al primer templo zamorano por su puerta principal, como el resto de asistentes al oficio, y sí por la Puerta del Obispo, con menos expectación. Muchos de los asistentes a la misa, de hecho, no se percataron de su presencia hasta que el oficiante mencionó su nombre en el sermón. También salió de la Catedral por la Puerta del Obispo.

Sermón que corrió por cuenta de Jesús Fernández, obispo de la Diócesis de Astorga —Ferreras de Abajo, pueblo en el que vivía Daniel Gullón Vara, pertenece a aquella diócesis—. En su alocución, que el prelado comenzó con un grafiquísimo “aún huele a humo en Zamora”, Fernández quiso mostrar el agredecimiento de la diócesis que encabeza y de la zamorana a Daniel y Victoriano, personas que pagaron con su vida el peaje de luchar contra unas llamas que amenazaban a sus familias, amigos y vecinos.