"Tendremos para comer, pero no para respirar". Teófilo Labajos realiza esta reflexión desde la inquietud de verse alejado forzosamente de su casa y desde la certeza de que el panorama habrá cambiado por completo cuando por fin pueda regresar, aunque tenga cubiertas las necesidades más básicas.

Apenas pasan unos minutos de la medianoche y este jubilado de Villardeciervos toma el fresco sentado en una silla plegable en Camarzana de Tera mientras hace tiempo para acostarse en la sala habilitada para los vecinos de su pueblo. Todos viven una pesadilla, y saben que pudo ser peor. Su presencia en esta localidad, ubicada a 30 kilómetros de sus casas, responde a la evacuación que han sufrido a causa del avance inmisericorde del incendio que azota en los últimos días al corazón de la Sierra de la Culebra.

El dolor de Teófilo es común a todos los que comparten tertulia con él. Entre ellos, Dolores Vega y Purificación Fernández, que acribillan a preguntas a la visita para cerciorarse de que, a esas horas, el fuego ha dejado de amenazar de un modo tan directo sus casas; el recipiente de sus vidas.

Tras recibir los últimos datos, los tres se dirigen al improvisado dormitorio, donde muchos pensarán más que dormirán a lo largo de la noche. Tendrán suerte si al menos pueden descansar algo en una de las 75 camas que transportaron a Camarzana los miembros de Protección Civil de Ávila. Precisamente otro incendio descorazonador, el registrado el año pasado en Navalacruz, llevó a los responsables de esta agrupación a percatarse de la importancia de contar con este recurso.

Sobre esos colchones han pasado la noche decenas de habitantes de Villardeciervos, uno de los pueblos que ha visto cómo el fuego se colaba hasta la puerta. Al final, hasta trece localidades han sido desalojadas ante el feroz avance del fuego por la Sierra de la Culebra. Se prevé que este sábado se actualice la cifra de hectáreas calcinadas, pero a última hora del viernes ya superaba las 11.000.

El refugio

Esa realidad ha llevado a Camarzana y a otras localidades como Alcañices o Benavente a convertirse en los refugios de quienes han tenido que marcharse sin mirar atrás, sin saber qué encontrarán a la vuelta. Sin ir más lejos, los habitantes de Ferreras de Abajo salieron de su hogar cuando el sol ya se escondía, y las llamas y el humo acechaban hasta el punto de que la Guardia Civil fue ordenando la evacuación y los autobuses se llenaron de personas envueltas en incertidumbre.

Cuando el sol se puso, lo peor estaba en esa zona, mientras las casas de Villardeciervos parecían haber superado el empellón que le había dado el fuego horas atrás. Unos kilómetros más allá, en Otero de Bodas, la noche cogió a la familia Lorenzo y Junquera con la vista puesta del otro lado de la carretera, tratando de descifrar las intenciones del fuego. Difícil tarea.

Menos calor y menos viento en las primeras horas de la madrugada

Una de las mujeres presentes confirmó su intención de no pegar ojo, aunque el avance de la noche resultó un tanto tranquilizador por esa parte. Pasadas las tres de la madrugada, la sensación de retroceso del fuego resultaba palpable, toda vez el frío había bajado más que en la jornada anterior y el viento se había apaciguado.

Aun así, ni en Otero ni en ninguno de los territorios afectados o amenazados por el fuego puede reinar la tranquilidad. Se espera un sábado crítico para un incendio de la Sierra de la Culebra que, ocurra lo que ocurra, resultará dramático para la zona y traumático para quienes viven ahora con angustia y tendrán que lidiar más tarde con la imagen de un entorno arrasado.