Panaderos muy buenos y afamados tuvo y tiene la comarca de Aliste y ellos, más aún en tiempos de pandemia, han estado al pie del cañón para que “el pan nuestro de cada día” no haya faltado en las mesas de los hogares alistanos en días de trabajo ni fiestas de guardar. Cada maestrillo tiene su librillo, y panaderos y panaderas de Aliste supieron darle un arte, una forma y un sabor, cada uno con su toque muy especial, a esas hogazas que se asimilan al pan casero que las madres y abuelas hacían en los hornos familiares de adobe calentados con leña de escobas.

En una tierra de afamados productos agroalimentarios quizás no se le ha reconocido su valor, exquisito y de mucha calidad, al pan alistano a nivel general, porque a título individual cada alistano ha valorado estos auténticos manjares culinarios. Los “viejos” maestros se van jubilando y las nuevas generaciones toman el relevo atreviéndose también con tartas y dulces. Sin olvidarnos de la tradicionales y ancestrales hornazos.

Ofrenda de pan alistano en San Vicente de la Cabeza. | Ch. S.

La despoblación galopante que sufre el medio rural obligado a cerrar históricas panaderías como fue el caso de Pobladura, Gallegos del Río, Sejas de Aliste y la última Nuez. En la actualidad solo hay dos pueblos que cuenten con dos panaderías: Alcañices, las de Antolín Román García y los hermanos Manuel y Ángel Morán Mezquita; y Sarracín con la Calvo Pernía y la de Trini Arias Mozo.

Los hermanos Luciano y Demetrio Pérez Blanco regentan la de Bercianos; Montse de Ceadea y Pablo de Pobladura la de Mahíde, Bernardo Fagúndez y Perpetua Cisneros la de Rabanales, Adrián Gago y Belén Bermúdez la de Trabazos y Jesús Morán Mezquita y Susana Hernández Alonso llevan la de San Vitero

Toribio Cisneros Garrido, el panadero de Mahíde, ha sido uno de los más afamados en el oficio. Allí nació el 17 de abril de 1940. Fue emigrante en Suiza y allí aprendió de manos de un panadero italiano, en Lucerna, por las noches, pues por el día trabajaba en una metalúrgica. Allí se tiraron diez años él y su mujer Irene Sanabria Miguel, siempre con el sueño de volver a su Mahíde natal y así fue como el penúltimo año de emigrantes construyeron en la Plaza Mayor un enorme edificio para albergar el bar, tienda y un despacho de pan de 200 metros; comienzos difíciles pues su pan era distinto al que se conocía entonces. “El pan de Toribio era fino, bien amasado, de formas irregulares y cocido de forma desigual”. Señala Irene que por aquel entonces se estilaba el sistema de los vales que consistía en el cambio de sacos de trigo por tickes de cartón, que luego canjeaban por panes.

Toribio salía por aquellos años con sus vehículo, un mini ranchera, a repartir pan por los pueblos de los alrededores: Las Figueruelas, Moldones, Gallegos del Campo y Pobladura; en verano al campamento de San Pedro de las Herrerías. Nunca se arrepintió de dejar Suiza para dedicarse a panadero. Fue y es Toribio una persona muy querida en Aliste que ejerció su oficio desde 1973 hasta 2011 en que se jubiló.

Una rosca elaborada en Aliste Ch. S.

Antolín Román Losada nació en 1938 en Alcañices donde su padre Mateo era un afamado panadero que tuvo que dejar el oficio y su panadería durante la Guerra Civil. En 1949 Mateo y su mujer Mari Carmen cogieron de nuevo una panadería y ya desde entonces uno de sus ayudantes fue Antolín con solo once años.

Con veinte años dejó la Villa para irse a África a hacer la mili, concretamente en Sidi Ifni, donde primero hizo la instrucción y después le asignaron a intendencia y como panadero: esa fue su labor amasar y cocer pan para los militares. Allí fue donde aprendió a hacer el “pan a la trenza” para los mandos de alto rango. En 1971 se hizo cargo de la panadería familiar de la calle Castropete y allí trabajo hasta jubilarse en 2003. Desde entonces mantiene la tradición de hacer y ofrecer las “roscas a San Antonio”.

Cierres en Gallegos del Río, Pobladura, Sejas, Nuez y Ceadea

En Alcañices los Morán ha hecho historia y ya van varias generaciones elaborando pan. Alejandro Morán, abuelo de los actuales Manuel y Alejandro Morán, repartía el pan por los pueblos con un burro. En aquellos tiempos de posguerra aparte de las de Morán y Román estaba la panadería de “Barolera” que suministraba pan por racionamiento: unas onzas por persona y día: “en aquellos tiempos el kilogramo de pan costaba dos perras gordas” (20 céntimos de peseta).

También estaba la de “Cubanito” que terminó cerrando y marchándose a buscarse la vida a Bilbao. Histórica fue también la panadería de Sabina y Laurentino en Pobladura, la de Eloy Alonso en Figueruela de Arriba y la de Marcos en Sejas de Aliste. En Gallegos del Río le panadero de toda la vida fue Domingo Montero Vara. Tuvo cuatro hijos y dos de ellos siguieron con su oficio Pepe (carnicero) y Paulino (panadero).

En Bercianos digna de destacar es la labor como panadero de Demetrio Pérez Río, ademas de cofrade de la hermandad penitencial del Santo Entierro y que también tuvo tienda y bar. Antonia Brizuela Cabalero fue la última panadera de Ceadea: cerró hace cinco años, al jubilarse, tras ser regentada por la familia sesenta años tras comprársela a los anteriores panaderos cuando decidieron irse a Zamora.