Moveros de Aliste, localidad perteneciente al municipio de Fonfría, ha decidido recuperar los ancestrales “concejos vecinales” como uno de los valores materiales e inmateriales más importante durante siglos para el mundo rural alistano, pues aparte de fomentar la convivencia y la hermandad propiciaban y propician la realización de obras y servicios comunitarios.

La iniciativa ha partido de la joven alcaldesa Marta Vicente Pelayo que desde su llegada al cargo en junio de 2019 ha revolucionado al pueblo. La regidora apunta que “en Moveros los más importante son los vecinos y de ellos es el mérito y me siento orgullosa de ellos”. Los vecinos respaldaban su labor: “no para, siempre está con ideas y es la primera en arremangarse y tirar de pico y pala. Nos ha caído una bendición”.

Colocación de piedras en uno de los acuíferos. | Ch. S.

Mientras el individualismo se ha convertido en la bandera de las sociedades modernas Moveros, gracias a niños, jóvenes y mayores se ha convertido en la aldea “gala” de Axteris y Obelis donde la unidad es la seña de identidad. Muestra de ello su flamante biblioteca, reconstrucción de fuentes urbanas y adecuación de jardines. Un objetivo, –no cumplido a causa del coronavirus y el cierre de fronteras–, es intensificar las relaciones con la aldea portuguesa de Constantim y Moveros cuyos alcaldes José Francisco Ribeiro y Marta Vicente Pelayo están en contacto permanente para hilvanar iniciativas de futuro conjuntas.

Hombres y mujeres de Moveros deseosos de volver a sus orígenes se despertaron y buscaron en el corral azadas, gadaños, hoces, palas y guinchas imprescindibles para la “prestación personal” donde cada vecino pone su maña y si hace falta su fuerza bruta para que caminos de rodera y herradura, caliendas, zudas y fuentes recobren su esplendor y puedan prestar al cien por cien el cometido para el que fueron creadas.

Concejo vecinal en Moveros Ch. S.

Tras el temporal “Filomena”, donde la nieve y el agua hacían presagiar un año de bienes, la realidad es que la escasez de lluvias aventura un verano complicado. Por este motivo los vecinos de Moveros aprovecharon la recuperación del concejo para limpiar y recuperar sus fuetes campestres algunas casi perdidas entre la hierba y la maleza.

Gracias al tesón de hombres y mujeres, de adolescentes, jóvenes y mayores, acuíferos y fuentes han resurgido de las cenizas del olvido y hoy ya ofrecen sus cristalinas aguas de manantial al pastor y al labriego, al caminante y también, porque no, a la fauna del ecosistema. A corto plazo, aparte de que cada uno puede visitarlas, la idea está en organizar rutas de senderismo y ya no habrá que llevar agua para eso están las fuentes.

Con la satisfacción del trabajo bien hecho y, como no, orgullosos de su trabajo, manteniendo las medidas y distancias sanitarias los vecinos se tomaron una pinta en la Plaza Mayor a la vera de la iglesia de Santa Colomba, haciéndolo ya planes para ver cual será el próximo concejo. El pueblo de los cántaros y las barrilas ha recuperado lo esencial: el agua para llenarlas.

Concejo vecinal en Moveros Ch. S.

Objetivo: adecuar sendas y espacios del núcleo fronterizo

El concejo no pudo ofrecer el broche de oro tradicional propio de él a causa de la crisis sanitaria global de la pandemia del COVID-19. Cuando se recobre la normalidad absoluta la alcaldesa y los vecinos ya han sentenciado que se incluirá y celebrará por todo lo alto la tradicional convidada a pan, escabeche y vino como era costumbre y siempre hacían nuestros padres y abuelos porque queremos también que concejo y convidada será hin homenaje y recuerdo a ellos, a todas las generaciones pasadas, para que las generaciones venideras conozcan y preserve, nunca pierdan, el valor humano y social que supone estar unidos y trabajar por el bien común.”

Entre San Gregorio (bendición de campos el 9 de mayo) y San Antonio (patrono de los animales) el 13 de junio, llegaban eran los pueblos alistanos unos concejos de primavera cuyos objetivos eran la adecuación y limpieza de los acuíferos y fuentes campestres imprescindibles para una dura y larga época estival donde durante la siega de la hierba (prados), cebada, centeno y trigo, el acarreo y la trilla todos los miembros de la familia hacían toda la vida diaria en el campo desde la amanecida hasta la anochecida. El tío Nicolás hoy ya con 99 años sentencia: había que aprovechar la fresca. La primera hozada se daba antes de salir el sol y la última casi a oscuras. Yo me acuerdo de niño que incluso dormíamos en la facera tumbados en el suelo con un surco de colchón y un manojo de almohada. Solo nuestras madres y nuestras abuelas volvían a casa para echar de comer a la hacienda (animales). Por el día el agua era más preciada que el oro puro: los rapaces eran los encargados de ir a llenar los cántaros y barrilas de Moveros a las fuentes para saciar la sed”.

Según manda la tradición, la víspera el alcalde pedáneo tocaba la campana grande recordando a los vecinos que al día siguiente había concejo, algo que ya se había consensuado a la salida de la misa del domingo anterior. Llegado el gran día un miembro por familia iba al concejo. En el día al llegar el tercer toque de campana se pasaba lista: el alcalde pedáneo nombraba con nombre y apellidos el vecino y este respondía con un “presente”. Antaño el asistir al concejo era un “deber” como recibir quiñón en “La Rozada” y leña en la sierra un “derecho”: un orgullo de ser de pueblo.