No hubo Zangarrón, pero lo hubo. Sanzoles no reventó por las costuras, pero sí se emocionó en la distancia con el sonido totémico de los cencerros. Fue solo una pincelada del cuadro, un remedo, pero suficiente para hacer aflorar los colores de la emoción. También de la mala leche, que para gustos se hicieron los placeres (y no, no me he equivocado en la frase).

José Javier Sánchez Hernández, natural de la localidad, se vistió ayer de Zangarrón, aunque no con el traje oficial sino con uno confeccionado por Antonio Domingo Prada, otro natural del pueblo de Tierra del Vino, y cumpliendo estrictamente las normas anticovid, se dio un paseo a la carrera por las calles del pueblo. No hubo más, pero bastó. Hubo quien lloró de nostalgia y quien enrojeció de ira, pero así son las cosas, siempre polifacéticas.

José Javier Sánchez recorre las calles

La iniciativa sirvió, según sus mentores, para cumplir el último ciclo de cien años (hubo muchos más antes) de la mascarada sin interrupciones. Desde 1920 ha salido el Zangarrón por las calles el 26 de diciembre sin perder ni un solo día de San Esteban y así está documentado en el centro de interpretación de la celebración hiemal, abierto en el centro del pueblo.

Guerra Civil

También salió el Zangarrón, algo que no ocurrió en otras localidades, durante los tres años de Guerra Civil. Entonces un mozo se puso la máscara y recorrió el pueblo por la noche, asumiendo un riesgo “muy alto”, según fuentes vecinales. Todo se hizo por mantener la tradición.

Antes de nada es preciso remarcar y aclarar aún más, si cabe, lo que en la mañana de ayer sucedió en Sanzoles. No hubo función, cumpliendo lo acordado recientemente por el pleno del Ayuntamiento ni se puso en riesgo a los vecinos. Fue, sobre todo, un gesto “bienintencionado”, según los participantes en la “carrera” simulada, “sin intención de incumplir lo decidido por el Ayuntamiento, no ha habido fiesta porque no están las cosas para celebrar nada”.

Fue una iniciativa particular, individual, que se llevó a cabo una vez que se comprobó que no se iba a producir una concentración vecinal masiva. Todo se hizo con orden y concierto, teniendo como norma el control de la situación, que en ningún momento se fue de las manos.

José Javier Sánchez Hernández se vistió de Zangarrón en un local de su propiedad. Fue ayudado por Antonio Domingo Prada. Se da la circunstancia de que el primero y el segundo ejercen como presidente y vicepresidente, respectivamente, de la Asociación Amigos del Zangarrón de Sanzoles, pero la iniciativa se llevó a cabo a título particular, nada que ver con una decisión del colectivo al que pertenecen varios centenares de vecinos.

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Todos con mascarillas

El Zangarrón, vestido como tal aunque no con el traje oficial, repito, recorrió varias calles de la localidad, muy tranquilas a esa hora de la mañana (pasadas las diez y media) y muy distintas a como hubieran estado si está maldita pandemia no estuviera aquí, sacudiendo vergajazos a diestro y siniestro. Solo un puñado de personas a una distancia prudencial, todas con mascarillas, observaron la situación en primera fila e inmortalizaron el momento con sus cámaras y teléfonos móviles.

El enmascarado haciendo sonar sus cencerros llegó a la Plaza Mayor donde dio varias vueltas y hasta escenificó una carrera para “robar” una manzana a una mujer, la única que portaba cencerros. Después dio tres vueltas al perímetro de la iglesia y como colofón explotó con los pies las vejigas que colgaban del palo que esgrimía en su mano y que no tuvo que utilizar en ningún momento. De vuelta a su casa entró en la vivienda de algún familiar para hacerse una foto. Y nada más, no hubo más.

Al mediodía se celebró la misa en honor a san Esteban, patrono de los mozos, que fue oficiada bajo el protocolo covid. Las venias al santo fueron ejecutadas por José Javier Sánchez Hernández, ya vestido de calle. Esto fue lo que pasó ayer en Sanzoles, ni más ni menos.

Controversia vecinal

Una vez que los vecinos se enteraron de los hechos surgió, como no, la polémica. Unos a favor y otros en contra. Es lo que siempre ocurre cuando lo que está en juego son sentimientos que cada uno mulle y mastica como quiere. En todo caso, los mentores de la iniciativa, quieren dejar muy claro que no se ha llevado a cabo en contra de nadie y que “en todo momento se han respetado las exigencias para luchar contra la pandemia”.

La salida por las calles del Zangarrón anticovid tiene también que ver con una de las versiones sobre los orígenes de la mascarada, aquella que mantiene que esta celebración surgió el día que un vecino se vistió con harapos y tapó su cara con una máscara para espantar a algunos de sus paisanos que tiraban piedras a la imagen de san Esteban. La procesión había sido organizada para acabar con la pandemia que entonces (nadie sabe en qué época en concreto) se cebó con la localidad. Los vecinos airados estaban hartos de sufrir en las carnes de sus familiares las consecuencias de la peste. Fuera como fuere, la leyenda –rural en este caso– asegura que después del incidente el mal empezó a remitir.

Durante el confinamiento de primavera muchos fueron los vecinos de Sanzoles que se citaron a las ocho y media de la tarde durante casi dos meses para tocar los cencerros en sus domicilios y jardines. Un gesto pensado para espantar la pandemia. El pueblo, durante la primera ola, apenas tuvo casos de covid. Sí, y muchos, en la segunda, donde llegó a sumar cifras alarmantes. La situación, en la actualidad, es de tranquilidad, según fuentes vecinales.

El Zangarrón de Sanzoles está declarado fiesta de interés turístico regional y opta desde hace años a la declaración de fiesta de interés nacional.