El nivel del embalse de Nuestra Señora de Agavanzal recuperaba este lunes su cota habitual tras el llenado del vaso de la presa y tras acumular una mortandad significativa de al menos medio centenar de especímenes de náyades Anodonta anatina, tras un desembalse agresivo. Esta mortandad marca un año clave, el 2020, declarado año de las náyades.

Recorrer las bandas áridas de los embalses cuando bajan de cota permite el rescate de emergencia de ejemplares de náyades varadas en las orillas. Cuando el desembalse es muy acusado, por obras en las presas u otras operaciones mantenimiento, la rapidez de bajada del agua impide la supervivencia de estos animales de lento movimiento.

Ante esta situación, el biólogo Javier Morales y uno de los grandes expertos en el seguimiento de las especies de náyades en la cuenca del río Tera propone a las empresas hidroeléctricas y a las administraciones competentes en la gestión del agua y la conservación de la biodiversidad –en este caso Confederación Hidrográfica de Duero y la Consejería de Fomento y Medio Ambiente- la obligatoriedad de un trabajo previo de planificación y un rescate en su caso de toda la fauna que puede sufrir mortalidad masiva. La implementación previa de estos trabajos de rescate y vigilancia de la fauna protegida mientras se ejecuta un desembalse es esencial para evitar mortandades masivas de náyades.

El aumento del nivel del embalse, desde el pasado sábado, ha “borrado” los restos de la mortandad de más de medio centenar de una de las cuatro especies de náyades que viven en la cuenca, Anodonta anatina, que aunque no está protegida es un indicador de la salud de las aguas de los embalses.

Morales señala que durante este otoño “se ha producido un desembalse extraordinario -superior a los 5 metros- en este embalse del río Tera, que tiene un tipo de explotación que le permite mantener habitual un nivel bastante constante (menos de 1,5 m de oscilación).

Esta bajada del nivel de cota de la lámina de agua ha supuesto la imposibilidad de supervivencia para una gran cantidad de náyades (Anodonta anatina) instaladas en las orillas del embalse. Su lentitud de movimiento sobre el limo y las arenas del fondo impide la posibilidad de refugiarse dentro del embalse cuando las orillas se quedan sin agua.

Aunque las náyades pueden aguantar un tiempo sin morir en condiciones de varamiento fuera del agua, tienen limitada su supervivencia por la deshidratación y asfixia que se produce de sus tejidos al no poder respirar ni alimentarse.

El tiempo de supervivencia es directamente proporcional a la temperatura ambiente, el sombreado de la zona y la humedad del aire.

El mismo embalse la pasada semana, con menos nivel de agua. | A. S.

Entre el 21 de octubre y el 11 de noviembre el embalse ha permanecido con un volumen inferior a 20 hectómetros cúbicos (entre el 50 y el 55 % del total) por lo que la bajada ha sido mucho más intensa que otros otoños. Después de permanecer todo el verano a más de 30 hectómetros cúbicos; y en general, largos periodos de muchos meses con nivel no inferior a 28 hectómetros cúbicos. Este nivel tan bajo del agua, a pesar de haberse realizado a un ritmo muy lento desde el 1 de octubre, no ha permitido refugiarse a una gran cantidad de anodontas que han aparecido estos días muertas en sus orillas. A pesar de las condiciones de humedad ambiental y de lluvia de estos días se han encontrado unos 48 ejemplares muertos en 500 metros de orilla. Esto solo es una muestra en un embalse de tiene unos 43 kilómetros de perímetro. El aumento de nivel desde el viernes 13 al sábado 14 dejó bajo las aguas el resto de la colonia afectada por la falta de agua.

Los cadáveres y los animales moribundos mientras permanecen en el limo seco son víctima de la depredación de aves como las garzas o los córvidos, e incluso de los jabalíes, que llegan a desenterrarlos del sustrato para comerlos.

Está comprobado que en los pantanos que mantienen habitualmente un nivel más o menos constante, los desembalses en los que no existe una planificación previa del posible efecto negativo sobre la fauna y la flora producen un efecto negativo sobre poblaciones de distintos seres vivos. Por eso las autorizaciones que da la administración para hacerlos suele incluir el rescate de peces o la bajada progresiva y corta para proteger la vegetación acuática litoral; pero sin embargo hasta ahora nunca se ha tenido en cuenta a las náyades.

Morales señala situaciones similares a la ocurrida en Agavanzal. En el embalse de Cillaperlata (Burgos), durante el mes de septiembre de 2019 una rápida bajada de nivel en el embalse de en el río Ebro produjo unos nefastos efectos sobre la importante población de Unio mancus asentada en sus orillas. Este brusco vaciado produjo un fuerte efecto de mortandad, ya que esta especie se asentaba principalmente entre las raíces del bosque de ribera de las orillas y el tramo más alto del talud de las orillas. A pesar de que el tiempo de desembalsado fue breve estos animales de muy lentos movimientos sufrieron sus consecuencias.

Mortandad sin duda favorecida por el momento del año (septiembre) en que se produce, ya que la intensidad de insolación sobre los animales fuera del agua y la sequedad del aire son directamente responsables de reducir las posibilidades de salvamento si los animales permanecen un tiempo excesivo fuera del agua o se seca el fango que les sirve como refugio temporal.

En el verano de 2015 la bajada repentina del nivel en el pantano de Burguillo (río Alberche, Ávila) provocó la muerte de una enorme cantidad de náyades (Anodonta anatina) varadas en las arenas de la banda árida que se creó en las laderas del vaso del embalse.

En este caso el desembalse, en agosto, dio muy poco tiempo a moverse a las anodontas que habitaban en las orillas más someras del pantano, por lo que se produjo la muerte de gran cantidad de ejemplares, a pesar del rescate de algunos ejemplares que se hicieron en varias ensenadas.

Una bajada extraordinaria de la cota habitual del embalse para mantenimiento de la presa y de la central de Santa María de Garoña, produjo en 2015 un gran efecto de mortalidad no natural por varamiento temporal sobre las poblaciones de náyades asentadas en sus fondos más someros.

Durante esta operación se rescate se movilizaron medios humanos de la empresa propietaria del embalse coordinados por dos especialistas del área de Zoología de la Universidad de Salamanca y la Cátedra Iberdrola. Durante los días del rescate se recogieron vivas, y se “aviveraron” temporalmente en el río Ebro antes de devolverlos al vaso del embalse ya con agua, alrededor de 80.000 y 100.000 náyades. Pertenecientes a tres especies típicas y abundantes en el alto Ebro: Anodonta anatina, Unio mancus y Potomida littoralis.

Esta acción de rápida actuación permitió salvar al menos el 60% de los animales detectadas en varamiento en las orillas resecas del embalse donde se detectó una alta densidad. Solo las poblaciones asentadas más cerca de la orilla no pudieron ser rescatadas por ser las primeras en quedarse sin agua. Allí la mortalidad era casi total cuando se inició el rescate, y habían transcurrido unas 48 horas. Unio mancus es una especie protegida en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (Lerspe-CEA, actualización 2019) en la categoría de “vulnerable“; y tanto ella como Potomida littoralis están consideradas “en peligro de extinción” por la UICN (Red-List, actualización 2020) a nivel mundial, con tendencia de decrecimiento de sus poblaciones en todo el rango de distribución.