La agrupación “Vinos Sierra de la Culebra” ha cerrado la campaña de 2020 con una producción mediana en cantidad y una uva “de excelente calidad” en un año marcado por las circunstancias del COVID-19 y por una climatología difícil en Figueruela de Abajo, San Blas, Sejas de Aliste, Ferreruela de Tábara, Riofrío y Fradellos.

“Vendimiadores con mascarillas, separación entre ellos de varios metros y supresión del tradicional almuerzo en común, han sido la insólita imagen que este año ha impuesto el coronavirus a quienes se han acercado hasta los viñedos de la Sierra de la Culebra”, señala Rubén Gago.

Aunque la protagonista de este 2020 ha sido la pandemia del coronavirus, esta temporada también ha traído consigo una primavera adelantada con las extraordinarias temperaturas de febrero impropias de dicho mes y las abundantes lluvias, que si bien ayudaron a aumentar la producción, también introdujeron enfermedades fúngicas asociadas a las plantas como el mildiu y el oídio que atacaron con desigual suerte a los viñedos de los distintos pueblos de la zona.

Al mismo tiempo la alta concentración de humedad provocó la proliferación de malas hierbas, una circunstancia que causó una mayor cantidad de trabajo en las diferentes fases del cultivo de las viñas, si bien no ha impedido que en la mayoría de las explotaciones la uva haya sido de notable calidad.

La temporada también ha servido para que las bodegas familiares incluidas en el sello de “Vinos de la Sierra de la Culebra” hayan logrado fortalecer sus vínculos territoriales y comerciales a través de la puesta en marcha de la asociación, entre cuyos objetivos está la potenciación del sector vitivinícola en la comarca y el impulso de programas de investigación sobre el vino. De este modo ya se ha comenzado a realizar una catalogación de los viñedos y también de las variedades de uva de la zona.

La vendimia en los viñedos de una bodega de Sejas de Aliste

Los vinos de la Sierra de la Culebra se suman así a la propuesta de productos de alta calidad criados en la comarca, como la “Ternera de Aliste” con Indicación Geográfica Protegida, setas, miel, castañas, moras y ahora también tomates. Antiguamente en los pueblos alistanos cada familia tenía una viña con la que se producía vino para el consumo propio. El éxodo rural iniciado en los años sesenta del pasado siglo XX y el abandono progresivo de la práctica agraria y ganadera al irse jubilando los que decidieron aguantar en su tierra fueron condenando a la triste muerte del olvido a la mayoría de las viñas. Por suerte algunos viñedos sobrevivieron y hoy día los nietos y bisnietos, aun viviendo en diferentes ciudades, con otras profesiones, trabajan por recuperar la esencia de las uvas y de los vinos.

Entre ellos están Antonio Ferrero Fínez de Ferreruela, Rubén Gago Vara de Riofrío de Aliste, Teodora López de Fradellos, Domingo Ramos y David Mendieta de San Blas, Javier de Jesús de Figueruela de Abajo y Benjamín García de Sejas. Las variedades de uvas más habituales en los pueblos de la comarca son las de mencía, tempranillo, garnacha y palomino, a las que se han ido uniendo otras que se adaptan bien tanto al terreno como a la climatología como es el caso de las de viura, syrah, verdejo, cabernet, merlot, bruñal y chardonnay.

Los viñedos existentes en la zona son de pequeña extensión y plantados en vaso, ubicándose en llanuras y en semillanuras, por norma en zona soleadas y al abrigo de los vientos del norte. Una de sus peculiaridades es que fueron plantados cuando la labranza se hacía arando con parejas de vacas, por lo que el marco de plantación es muy estrecho, y ello trae consigo que aún en nuestros días hayan de realizarse todos los trabajos de manera manual. Al ser por lo general, viñedos antiguos, la producción de uvas es baja.