La pandemia ha vuelto a demostrar con creces lo que ya sabíamos: que el ámbito rural está discriminado respecto al urbano y que sus gentes son pacientes hasta la extremaunción. Quienes hacen las leyes en los parlamentos y quienes marcan tendencia no viven en los pueblos donde, por cierto, hay bastantes más posibilidades de morir de un infarto, un ictus o un ataque de apendicitis que en las grandes urbes. La sanidad urbana está a años luz de la que rige en una aldea y tampoco tienen parangón los servicios sociales, culturales o académicos. Las gentes rurales están siendo forzadas a trasladarse a los núcleos mayores de población, con más prestaciones y más posibilidades laborales. El camino inverso, por mucho que se diga, hoy es una quimera o destino solo hollado por idealistas.

Durante el ataque del covid-19 se ha evidenciado aún más que los paisanos de los pueblos pequeños no cuentan. Allí el aislamiento ha sido mucho mayor porque las conexiones a Internet son muy deficientes. Con un riesgo claramente menor, debido a que la densidad de población es mínima, han estado sometidos a las mismas normas restrictivas que en las ciudades. Ni tan siquiera han podido plantar sus huertos en condiciones y cuando lo han hecho, a escondidas y a la carrera, han sido denunciados o se han sentido delincuentes.

Y ahora, sin fiestas. La Junta da por hecho que en las celebraciones tradicionales no se va a poder mantener la distancia social y recomienda, con la amenaza de prohibición si alguien no hace caso, que se suspendan las fiestas populares, incluidos los encierros taurinos por el campo. Eso sí, se pueden organizar conciertos y festivales donde, al parecer, se van a mantener mejor las recomendaciones sanitarias. Claro, estos se van a celebrar en las ciudades donde también lucen las discotecas sin baile, ja. ¿Y qué me dicen de las playas atacañadas?

Pero para normativa obtusa, la que se incluye entre las medidas aprobadas por el Gobierno para "compensar" la caída de la venta de vino por el cierre temporal de la hostelería y "regular" los excedentes que se pueden acumular la próxima campaña. Con el fin de reducir la producción de uvas se incentiva la vendimia en verde. Esta iniciativa recuerda a la prima de Herodes de los años ochenta, cuando los ganaderos de vacuno recibieron fondos por sacrificar sus terneros nada más nacer. La norma fue aprobada por sesudos técnicos y especialistas. No hubo quejas ni denuncias. Todo normal.