Esta es la historia de cómo una pedanía puede llegar a transformarse en el pueblo más dinámico de un municipio. Ocurre en Tola, con sus 120 vecinos empadronados -aunque son 81 los que viven de forma permanente-, conformando una diversa y armónica comunidad donde convive la experiencia de sus mayores con el empuje de jóvenes que han apostado por el pueblo y una esperanzadora población infantil de 9 niños y niñas, seis en edad escolar, que representan todo un orgullo para este pueblo de la comarca de Aliste.

Cada día María Isabel, Ana, Arai, Sofría, Rocío y Abel toman el autobús escolar camino de Alcañices -a escasos 5 kilómetros- donde van a la escuela. Hace unos 40 años que se cerró la del pueblo pero a día de hoy el asentamiento de 7 parejas jóvenes permite a Tola presumir de niños y niñas correteando por sus calles, y más los fines de semana cuando otros matrimonios residentes en Zamora vuelven al pueblo. "El día de Reyes contamos 27 niños, y faltaban algunos" apuntan de forma recurrente algunos vecinos. En estos tiempos de invierno demográfico la población infantil constituye el mayor lujo para el mundo rural.

Tola es singular. Un pequeño oasis de vida que en buena medida tiene que ver con el arraigo de los tolanos a sus raíces. María Rivas es un ejemplo. Emigrante en Francia, en toda su vida laboral no ha faltado el mes de verano en su pueblo y ahora, ya jubilada, se pasa cinco meses del año junto a su marido. "Aquí se vive como Dios; porque tenemos a la nieta en rancia sino podríamos pasar más tiempo en el pueblo" cuenta mientras disfruta del paseo en un soleado día de invierno. Junto a ella, María Fuentes, Jesús Ramos y José González, "Peralta", entran en una improvisada conversación donde si algo queda claro es que están encantados de vivir en Tola. "Viviría todavía mejor si la pensión fuera mayor" confiesa María Fuentes sin perder el buen humor. "Hay poca gente en los pueblos, pero tanto como que están muertos... En verano aquí se juntan más de 80 niños y durante la semana son 9. Esto no se muere todavía" replica ante el sombrío panorama que pinta el futuro de los pueblos.

José Aliste, Jesús Ramos, Félix Martín y Pedro Fuentes son la memoria viva de un pueblo que lucha por preservar su identidad y presume con admirable orgullo de su pasado y tradiciones. Agricultores y ganaderos, a estos cuatro jubilados les une su compromiso público con Tola, donde fueron representantes municipales entre los años 70 y 90.

¿Cómo era la vida de niños?. "Salíamos de la escuela y nos mandaban a por un cordero, un saco de paja o por un lato de agua a la fuente. No había más. Mucha necesidad; ahora por lo menos ya tenemos un euro para poder gastar" comentan en una improvisada tertulia. Ellos se quedaron en el pueblo, a diferencia de otros muchos vecinos que hicieron el petate camino de Suiza, Francia, Alemania o, dentro de España, a Madrid y Barcelona.

"Aquí lo que ha empujado son las pensiones; antes llegando a la vejez se vivía con mucha miseria. No había ni agua, ni luz. Si te querías lavar, con una herrada al corral o la cuadra" cuenta José Aliste, a quien todo el mundo conoce como "Vivuras". -Los motes están normalizados que entre algunos es complicado recordar el nombre; "aquí todos estamos bautizados" dicen entre risas-. Y vuelven a la conversación. "Luego fueron entrando los desagües, el agua en las casas, vino el teléfono, que aunque fuera uno para todo el pueblo pero estábamos comunicados" concede Jesús Ramos.

Es la generación que vivió el esplendor de las ferias de ganado, especialmente la de San Vitero. "Aquello sí era vida; hubo un momento en que San Vitero y Sejas estuvieron casi por encima de Alcañices. Lo que pasa es que después se dejaron, vino la emigración y Alcañices siempre fue una villa".

Agricultura y ganadería han sido el principal sustento de Tola, complementado con los productos de la huerta. Buenas alubias, garbanzos o patatas que algunos vecinos siguen cultivando, además del aprovechamiento de las castañas o últimamente las setas.

Una economía doméstica muy arreglada donde tampoco ha faltado la matanza del cerdo, tradición culinaria que en este pueblo mantiene una sorprendente vigencia. Los datos lo confirman: esta campaña se han realizado 23 matanzas entre los meses de noviembre y enero, sacrificando entre 45 y 50 cerdos, una media de dos animales por matanza. Además todos los marranos son criados en casa, comprados entre diciembre y febrero. "Es uno de los pueblos con más matanzas de la provincia" confirma Andrés Castaño, jefe de la Comarca Forestal de Aliste.

Ya sea por esta tradición culinaria, el folclore o las fiestas populares, lo cierto es que Tola suena en la comarca de Aliste. Muy especialmente en verano, con unas fiestas multitudinarias que atraen a vecinos y emigrantes de todo el contorno. Son famosísimas sus concurridas verbenas. "Son de las primeras fiestas del verano, a principios de agoso, y la gente viene con ganas y con dinero" interpretan los tolanos. "Además aquí colabora todo el mundo, se ponen a la barra grandes y pequeños y se saca mucho dinero para las verbenas, sale casi todo del pueblo" precisa José Pedro González "Perriles", uno de los jóvenes ganaderos que viven en Tola. Hay seis explotaciones en activo, 4 dirigidas por hombres y 2 por mujeres. Hay una franja de población en edad productiva que ha apostado por el pueblo. Como Vanesa Rodríguez, Iván Blanco, Andrés Martín o José Pedro González "Perriles". "No era fácil la decisión, en casa te decían que no te quedaras, que buscaras otra forma de vivir porque esto no tenía futuro".

Ellos quieren intentarlo. A sus 21 años Iván Blanco emprende la aventura empresarial con una planta de reciclaje y Vanesa Rodríguez diversifica su modo de vida con los tomates, las castañas y ahora una fecunda plantación de berza y lombarda. Un trabajo que le obliga a estar todo el día en la carretera y transitar por la cada vez más temible N-122. "La autovía es una necesidad imperiosa" reivindica.

Y si hay algo que impulsaría el mundo agrario y ganadero, defienden, sería la concentración parcelaria. "Si estuviera hecha se podría quedar algún matrimonio más, habría otra forma de vida. Pero qué vas a hacer con una tierra de mil metros, otra de 700 y algunas de 300. Nada" piensa Pedro Fuentes.

Pese a todo, no tiran la toalla. "En Aliste en general hay mucho sentimiento de pertenencia y Tola lo representa muy claramente" reflexiona Carina Nepomuceno, alcaldesa de Rábano, el Ayuntamiento al que pertenece Tola.