Los moralinos se despertaron mirando al cielo, con una amenaza de lluvia que consiguieron sortear durante toda la mañana pero que no dejó disfrutar completamente del día por los pequeños chubascos que cayeron en la Ermita del Cristo de Morales y en Zamora capital y que hicieron que más de uno se pensara el acudir hasta las casetas y finalmente se quedara en casa.

La Virgen del Rosario salió puntual de su templo a las 10 horas con cientos de vecinos de Morales, celebrando su día grande pero con una reivindicación que se mantiene en el tiempo y en la que no cesan los romeros de una y otra localidad, que el 9 de mayo sea festivo en los dos municipios para que se vuelvan a vivir las grandes jornadas festivas que se disfrutaban en la campa y en la que se veía un reguero interminable de gente, especialmente desde Zamora, para disfrutar de uno de los días con más arraigo en la capital.

La Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de Morales del Vinomarcaba el ritmo caminando en ordinaria, despertando a la ciudad, abriendo el camino a la Virgen del Rosario que un año más volvía a reinar sobre las calles de Morales, caminando para visitar a su hijo en la ermita en la que espera paciente durante todo el año.

Pañuelo verde al cuello, los cargadores de la virgen estaban acompañados por muchos vecinos de la localidad, algunos sólo hasta que Morales se despide de la Virgen del Rosario, otros hasta la ermita donde ya esperaban los más madrugadores en el templo, comiendo las primeras rosquillas, churros y almendras garrapiñadas, alargando la Semana Santa en un día que era más de la Pasión que de la Pascua.

Las autoridades civiles y eclesiásticas custodiaban la imagen mariana suplicándole al cielo un día tan bueno como el de 2018, el que sirvió de tregua con el cielo tras tres años plagados de lluvia y frío que fueron amilanando la cantidad de devotos.

Cerca de las 11.00 horas, como todos los años, la Señora de Morales acudía a la cita con su hijo y el cielo, empedrado, aguantaba sin romper para que se luciera la Virgen del Rosario en el día en el que más cerca están Morales del Vino y la ciudad de Zamora.

Frenó el ritmo la banda de cornetas y los tambores hicieron sonar sus cajas mientras en los alrededores de la ermita sonaba La muerte no es el final en honor al Cristo de Morales que aguardaba un año más la llegada de la madre. Tañían las campanas de alegría romera y las nubes parecían espantarse y dejar hueco a unos ligeros rayos de sol que permitieron que los moralinos se animaran a almorzar junto a la ermita y que algunos zamoranos emprendieran el camino que separa la capital con Morales para compartir el día festivo con sus vecinos.

Los cargadores apuraron el último esfuerzo mientras sonaban los primeros sones del Himno de España. La Virgen del Rosario casi toca el suelo para pasar por la puerta de la ermita donde ya en el altar, al fondo, está su hijo. "Abajo, más abajo" ordena el jefe de paso y la maniobra hace que el silencio se apodere de los fieles que se agolpan junto a las puertas de la ermita. Finalmente, la Virgen del Rosario llega al templo y saluda a su hijo mientras los aplausos toman las afueras y la música empieza a sonar en las casetas.

Después de saludarse la Virgen del Rosario y el Cristo de Morales, los cargadores colocaron a la madre junto al hijo en el altar donde se acercaron decenas de moralinos y zamoranos. La ultima maniobra delicada para los cargadores que tenían que darle la vuelta a la imagen y posarla sobre unos caballetes donde descansó hasta que por la tarde tomó el camino de vuelta, con la tarde cayendo sobre sus hombros, con su hijo a sus espaldas, diciendo adiós a los centenares de zamoranos que disfrutaban de la fiesta, sabiendo que en Morales del Vino le esperaban sus fie