Cuando este diario reveló la verdadera causa de la precipitada salida de José Manuel Ramos Gordón de Tábara, las primeras reacciones surgieron de antiguos alumnos del colegio Juan XXIII, donde se situó el germen de los actos obscenos y abusos sexuales del religioso. El desaparecido colegio diocesano, dependiente del Obispado de Astorga, era el primer destino del sacerdote leonés, cuya trayectoria inicial estuvo ligada a la educación hasta que en el año 1990 fue trasladado a la parroquia de Tábara.

En el aire queda la causa de este cambio de destino y de trabajo, decidida en su momento por responsables eclesiásticos que ya murieron, como ha recordado en alguna ocasión el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, cuando se le ha preguntado por las razones de los traslados de Ramos Gordón. Pero ni a las víctimas ni al colectivo de antiguos seminaristas se les escapa la idea de que aquellos traslados estaban relacionados con las actitudes criminales, en su momento nada reprochables, que mostraba el sacerdote con los menores. Los escándalos de pederastia revelados en otras partes del mundo inciden en el mismo patrón para ocultar los actos del abusador: trasladarlo de un lugar a otro. Lo que no deja de sorprender en este caso es cómo Ramos Gordón pudo mantener oculto durante 26 años su oscuro pasado cuando algunos de sus antiguos alumnos procedían de la propia comarca de Tábara y los de Puebla no distaban a muchos kilómetros de su destino en la "capital del Beato".