"Silencio, solo hay absoluto silencio. Es hora de ver que realmente la Iglesia está dispuesta a aceptar sus crímenes, condenarlos y reparar los atroces actos". Es parte del contenido de la carta que F. L. -víctima de abusos sexuales por parte del sacerdote y ex párroco de Tábara, José Manuel Ramos Gordón cuando era educador en el antiguo seminario de La Bañeza- ha enviado al papa Francisco. Se trata de la cuarta desde que este ex alumno del seminario menor de La Bañeza se armara de valor para confiar al Pontífice, en un desgarrador relato de su puño y letra, los abusos sexuales sufridos.

La víctima del cura pederasta, que consiguió una condena del Vaticano en un caso ocultado y silenciado durante 26 años, quiere que su lucha "no caiga en saco roto" y que "ningún niño más vuelva pasar por mi calvario y el de mi hermano. En Chile y Estados Unidos hemos visto cómo se ha vilipendiado públicamente a pederastas, cómo han sido cesados y cuestionados los encubridores, cómo los fiscales investigan los abusos y cómo se están levantando alfombras, mientras aquí sigue el silencio" declara a este diario.

Los últimos escándalos revelados dan fuerza a la batalla emprendida por F. L. en solitario, que consiguió la apertura de un proceso canónigo y una condena al sacerdote Ramos Gordón que siempre ha calificado de "ridícula". Sin embargo nunca ha logrado una comunicación directa con el papa Francisco ni un gesto de comprensión como sí ha ocurrido con otras víctimas del mundo.

Ahora F. L. quiere tener la certeza de que el Pontífice conoce su caso de primera mano, por eso ha hecho partícipes de su relato a los máximos representantes de la iglesia española. Uno de los primeros, el cardenal y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, persona muy cercana al Papa y alineado a la corriente más social de la iglesia, que se comprometió a entregar la carta "en Roma" tras el ruego de la víctima de que se la hiciera llegar "en mano". La falta de respuesta a las anteriores cartas escritas de su puño y letra, y los gestos del Pontífice con otras víctimas que buscan reparación como Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo -tres chilenos abusados por un sacerdote Karadima, al que encubrió su obispo Juan Barros-, a los que recibió durante una semana en el Vaticano, ha llevado al ex seminarista castellanoleonés a recurrir a una persona muy próxima como es el cardenal Omella.

"Debo decirle que me he atrevido a leer su escrito y me ha desgarrado el corazón ver el sufrimiento y la indignación que lleva en su corazón por unos hechos que no debieron suceder nunca y que le han producido una herida interior" expresa Juan José Omella en su respuesta a F. L.

"Es un horror lo que usted narra" admite el arzobispo de Barcelona, quien argumenta que si Francisco no ha respondido a las anteriores misivas "probablemente sea porque el caso lo esté estudiando la Congregación de la Fe y el Papa no quiere interferir". Juan José Omella manifiesta que al Papa "le horroriza todo lo que ha sucedido en el mundo entero con el tema de los abusos. En todo caso no deje de confiar en que toda esa inmundicia se irá limpiando y purificando poco a poco con la ayuda del Señor".

"Es la primera vez que me siento escuchado, comprendido y alentado" agradece al cardenal.

Convencido de que "no me puedo callar" y animado por las revelaciones de escándalos de pederastia ocurridos en Estados Unidos o Chile, F. L. ha ido esta vez más lejos remitiendo también la carta al Papa a los obispos españoles. La víctima de Ramos Gordón ha enviado personalmente la comunicación a 54 prelados, incluido el Nuncio y Jordi Bertomeu, vicario judicial de la Diócesis de Tortosa y enviado personalmente por Francisco a Chile para investigar los abusos en el país sudamericano. "Quiero que conozcan de primera mano mi calvario y la injusticia por la que estoy pasando desde mi niñez" manifiesta a cada uno de los obispos. "Mi atrevimiento al ponerme en contacto con usted está motivado por mi lucha en la búsqueda de justicia, verdad y sanación" escribe.

F. L. confía a los prelados su anhelo de que el Pontífice "tenga conocimiento de los hechos y, si lo tiene a bien, me ayude en mi propósito".