El tañido de la campana torera puso ayer punto final a la cotidiana rutina en Fermoselle y abrió a la población las puertas de los aires festivos, que irán tomando más y más brío a medida que se acercan las fiestas patronales de San Agustín.

Fue a las doce en punto, una vez que el reloj del Ayuntamiento dio las correspondientes campanadas, cuando tomó el testigo el campanero José Seisdedos, encaramado en lo alto del tejado del Consistorio donde se hospeda el andamiaje de forja del campanario y el metal. Musculado, vestido deportivamente y cubierta la cabeza con una gorra para evitar la soleadura, durante cinco minutos manejó el badajo de la gran campana con maestría, iniciando las tandas con fuertes golpes que terminaban por ser un rápido y melodioso repique. "Si quiere, hace hablar a la campana" expresaba un espectador sentado en el "Mentidero", a gusto y cómodo a la sombra de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. "¡Vengo a tocar como hay que tocar, bien, no a hacer el indio!" manifiesta categórico Seisdedos, que subraya que "en diez minutos sales dobladico". "La primera vez que toque tendría diez años. Mi padre, Emilio, ya tocaba. Yo aprendí con Ángel "Pinto", que trabajaba en el ayuntamiento. Antes de la reforma se movía el campanario y había que tenerlos bien puestos, y los machos bien amarrados. Ahora, como no te caigas tú, el anclaje no cae. No sé los golpes que se dan por minuto, pero cuando es el rápido es algo terrible. Se suda y te cansa. Aquí lo que hay que tener engrasados son los brazos. El badajo no tiene que separarse ni centímetro escaso de la campana. Cuanto más fuerte atices menos ruido hace. El sonido lo hace cuando estás porreando constantemente" manifiesta Seisdedos momentos antes de escalar al copete de forja que alberga la campana .

El toque era seguido por jóvenes y vecinos sentados en los bancales de la histórica y artística plaza de madera que reina estas fechas en la Plaza Mayor. "Aquí antes venían unas 3.000 personas a lo que llamábamos la cogida de los tablaos, porque se traía una tabla para sentarse la familia, y sobre ella se ponía la silla de estar en el figón" recuerda un vecino que asiste al acto que abre el programa de fiestas de Fermoselle "y anuncia con su sonido que ha comenzado nuestro mes de fiestas de San Agustín".

Llama la atención, al mirar hacia la campana, que data del año 1889, ver un punto desgastado y brillante. Y es que todos los golpes asestados machacan el mismo lugar. Es un ritual que identifica a la villa de Fermoselle, pero que tiene a lo largo de los festejos otras convocatorias y anuncios, como son los momentos de los típicos encierros taurinos.

Desde hace aproximadamente "doce o quince años" el barrio de Santa Colomba y la zona alta de la villa también protagoniza este toque en la campana que corona la llamada Torre del Reloj. A ella se accede por una escalera de caracol que es una obra admirable de la arquitectura, calificada de "perfecta". Unas gotas de agua echadas en la parte superior terminan al final de la escalera. El campanero Ismael Robles "Gallito", asegura que "no sube nadie porque hay mucho peligro en las maderas donde está el reloj. Están que se vienen abajo y hay que saber pisar". "El badajo pesa y agarro con las dos manos y lo meneo, lo meneo, lo meneo y lo meneo bien. El lugar es más incómodo que abajo. Aquí hay que salir por fuera y estribarte en la estatua de Santa Colomba" afirma Robles.

En la Plaza Mayor defienden que la campana del Ayuntamiento "es la auténtica. En Santa Colomba han cogido a costumbre de tocarla, pero no hay comparación".

No obstante, así como la gran pieza de Santa Colomba "está perfecta" la campana torera de Plaza Mayor "está rajada, y por la ranura se va el sonido". Este desperfecto es desconocido por muchos y tiene su repercusión porque antaño se oía desde la presa de Almendra, de donde partían los toros los días de encierro.

Es una mañana grande. Una vez que los badajos vuelven a la quietud, el Ayuntamiento reparte los programas de las fiestas patronales, y todos los fermosellanos gustan de ojear el contenido y comentarlo. "Solo os pido que las disfrutéis al máximo". Es la voluntad del alcalde Alejandro Fermoselle Berdión. Manuel Moya, Angelines Domínguez y Agustina Barrueco recorren los dos escenarios regalando los programas a un vecindario entregado al convite, especialmente en la plaza de Santa Colomba, donde cada uno aporta lo que tiene a bien y, al cabo, sale una fiesta con folclore y limonada a lo grande. Fermoselle entra en la erupción festiva.