Las 1.100 ovejas de la explotación La Aldonza de Santa Colomba de Sanabria se extienden como una mancha blanca viva por los pastos del coto de Avedillo y Cobreros. Lo hacen de lunes a domingo: los 365 días al año. Desde la primavera pernoctan en corrales próximos a las zonas de pastoreo extensivo. En invierno salen todos los días al pasto y, salvo que la nevada sea copiosa, se recogen en la cuadra al anochecer. Catorce mastines y tres perros pastores de raza border collie las hacen compañía. Los mastines se entregan a una vida de pachorra en las horas del mediodía y los collies saltan vivaces entre los niños y adolescentes de la familia.

Alberto Fernández García y Rosa González Chimeno son los socios de esta explotación que pasta "con lobos" desde tiempos inmemoriales. Esta pareja gestiona la explotación familiar desde 2013, cuando relevaron por cese a sus padres. Tras realizar el curso de incorporación a la explotación agraria tomaron las riendas de la explotación. Experiencia no faltaba a ninguno de los dos. Ambos han vivido desde niños el mundo ganadero, Alberto en Santa Colomba y Rosa en la casa de su familia en Donado, en la Carballeda.

El lobo y la oveja comparten el territorio de la Sanabria Baja, que en nada tiene que envidiar en cuanto a lobero a la Sierra de la Culebra. Desde la Aldonza, pago en el que se asienta la nave ganadera, han promovido "Pastando con Lobos", un proyecto de custodia del territorio donde se producen "cero ataques de lobo" al año gracias a las características de manejo de los rebaños. Junto con la Asociación GREFA quieren demostrar que el mantenimiento de esta ganadería de ovino de la comarca de Sanabria y la comercialización de su producto estrella, el lechazo, es compatible con la presencia del gran predador: el lobo ibérico.

GREFA es la ONG que avala que el proyecto promueve una gestión sostenible de la ganadería y que se aplican adecuadamente las medidas de prevención de ataques de lobo.

Un domingo de mañana la familia Fernández González, niños incluidos, bajan hasta el corral móvil instalado en la zona de pastoreo en la zona limítrofe entre Cobreros, Santa Colomba y los conocidos como pastos de Avedillo. Las ovejas salen disparadas cuando la cancilla se abre, los mastines acompañan con su porte de duros guardaespaldas el hatajo de animales de razas castellana y merina. "Angelito" es un semental negro, acariñado por los dueños, que acude a la voz del ganadero y se deja acariciar mansamente por niños y mayores. No embiste ni a propios ni foráneos. Algunas ovejas también gastan nombre propio como "Ita", que acude dócil a la voz del pastor.

El valle se abre a una amplia y verde extensión de la hierba y la arboleda. La amplia pradera es el fruto del desbroce del matorral, precisa Alberto Fernández, que, al igual que los mastines, tiene un importante coste económico para la explotación en maquinaria y horas de trabajo. Indirectamente la pradera abre una extensión de cortafuegos que diariamente repasan con el corte a diente las 1.100 cabezas de ganado. El desplazamiento medio de los animales es de un kilómetros y medio al día, que va cambiando según las zonas de pastoreo se van agotando. En breves fechas el rebaño subirá a los pastos de Cubello, en la montaña. Ahí los pastores dormirán en el chozo porque la vida pastoril extensiva no es idílica. El lobo se amagó el domingo, pero los ganaderos y los propios mastines conocen su estampa y afanes. No hace falta verlo. Basta con barruntarlo para que dueños y mastines se transformen por completo. Son, desde hace muchos años, vidas paralelas.