Los Viriatos volvían ayer a coronar el cielo de los Arribes del Duero en la tradicional y afamada romería de la Virgen del Castillo, que se celebraba con una alta participación de devotos y curiosos y bañada por un sol rabioso que sorprendió a los romeros después de una semana de continuas tormentas vespertinas. Este año, la fiesta del Bajo Sayago se trasladaba al primer sábado de junio para intentar facilitar la asistencia de los emigrantes y los forasteros a las procesiones de la tarde, debido a que en una comarca azotada por el éxodo rural y el imparable despoblamiento son más los de fuera que los de casa, una diferencia que se agudiza año tras año.

La Virgen del Castillo salía de la iglesia de San Julián minutos antes de las 11 de la mañana acompañada de sus hijos de Fariza para caminar por la calle Fermoselle hacia la salida sur del pueblo, donde recibieron a sus vecinos de Palazuelo de Sayago y de Mámoles, con sus respectivos pendones, pendonetas y crucificados. Tras este encuentro, la procesión se encaminó hacia el norte del pueblo para dar la bienvenida a las comitivas de Argañín, Badilla y Cozcurrita, y más tarde hacia el este, en dirección a Muga, por donde se aproximaban los parroquianos de Tudera y Zafara.

Una vez de vuelta al casco urbano los vecinos de los ocho pueblos dejaron a un lado los aparejos y enseñas parroquiales para disfrutar juntos, en hermandad, del tradicional aperitivo animado por la música popular de la escuela de folclore, hasta la una del mediodía, cuando las campanas anunciaban el inicio de la Santa Misa cooficiada por los sacerdotes de la comarca.

Pero el momento más emblemático de esta romería llegaría por la tarde, cuando los Viriatos se alzaron para recorrer el sinuoso camino hasta le ermita de la Virgen del Castillo. Los níveos paños se alzaban como blancas torres sobre el abismo que separa España de Portugal, con el padre Duero como nexo de unión entre las dos naciones hermanas. Una estampa en un entorno único que ha merecido a esta romería una fama que trasciende las fronteras de Zamora y de Tras Os Montes, no en vano ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional de la Junta de Castilla y León.

Los vecinos que por la tarde se turnaron para levantar los espigados troncos de negrillo a los que se amarran los pendones, cargando con el peso de sus emblemas parroquiales y luchando contra el viento en algunos momentos, no solo cumplen una promesa con su patrona, o realizan un acto de penitencia. También llevan con orgullo en sus manos el símbolo de su pueblo, el espíritu de sus antepasados y el peso de una tradición de siglos y siglos que contribuyen a mantener viva. Otros pendones más pequeños son portados por los niños, el futuro de esta tradición, en sus manos estará la responsabilidad de asegurar la pervivencia de la romería a lo largo del siglo XXI, unos tiempos en los que la despoblación esquilma los pueblos de Arribes.

La misma estampa se repitió horas más tarde, en la procesión de regreso desde la pequeña ermita del arribanzo. A lo largo del camino algunas de las parroquias se separan y toman la dirección a sus respectivos pueblos. En la Puente el Puertose despedían los de Badilla, Cozcurrita y Argañín, en la Fontanica se separan los de Mámoles, en las Cruces los de Palazuelo de Sayago y tras atravesar Fariza los de Tudera y Zafara siguen hacia sus respectivos pueblos.

Fariza, sin embargo, continuaría con sus fiestas patronales, con verbena nocturna en la plaza y hoy se disputará un partido del deporte tradicional de la pelota en el frontón.

Viene de la página anterior