Fue, lo es y siempre lo será el agua, el bien más preciado para los pueblos, esos que nuestros antepasados situaron a la vera de ríos y fuentes para garantizar el líquido elemento. Atrás quedaron las caminadas con cántaros y barrilas de Moveros en busca del manjar salido de las entrañas de la tierra para amasar el pan y cocinar el gallo pedrés, para beber y lavarse. Hacia 1975 el agua corriente llegó a la mayoría de los pueblos convirtiéndose el abastecimiento domiciliario en el servicio básico más esencial: vital.

Los tiempos están cambiando y en algunas cosas para peor. Muchas de aquellas fuentes que conocimos de niños han dejado de manar, se han secado, quizás por el cambio climático, las sequías y la proliferación de pozos de sondeo, casi siempre ilegales, perforados a lo loco y sin control alguno.

Cualquiera que viva en un pueblo sabe, porque es un secreto a voces, que el agua se ha convertido en un bien escaso y origen del mayor número de picarescas, fraudes, polémicas y problemas: llegando julio y agosto hay constancia de pueblos que con depósitos y autonomías de 160.000 litros no dan abasto a 100 habitantes. No parece muy normal, es inadmisible, que cada usuario pueda gastar 1.600 litros al día; ni que a media noche los depósitos estén llenos y al amanecer vacíos.

No puede ser que haya pueblos que se pasen llorando y exigiendo soluciones cada época estival a la falta de agua cuando se utiliza para regar patatas, tomates y pimientos. Ponerle el cascabel al gato del fraude es complicado, cierto, pero alcaldes y concejales, como autoridades, deben hacerlo, aunque sean su propios familiares, amigos o quienes les votan, quienes malgastan el agua y hasta les amenacen con el ya clásico te "Va a votar tu padre". La Diputación de Zamora debe ser seria y dejar de repartir dinero a quien no se lo merece. No puede garantizarse el suministro, necesario, sin obligar antes a la instalación de contadores, en terreno público, sin prohibir que la red general entre en espacios privados y dejar claro que los abastecimientos no son para regar fincas. Ley y normativa están para cumplirse. Unos pocos insensatos, que se creen por encima del bien y del mal, no pueden ni deben seguir riéndose de sus pueblos y vecinos dejándoles sin agua cada vez que se le cruzan los cables. Se acabaron los cuentos y fraudes, hay una ley: el que la haga que la pague.