Con una maleta llena de fantasía por equipaje y un autobús cargado de libros, José Antonio Portales emprendía la apasionante andadura del bibliobús escolar. Corría el año 1985 cuando veía la luz un proyecto nuevo en la provincia y pionero en España, que favoreció el acercamiento de los más pequeños a la lectura y les descubrió el universo mágico de la literatura infantil. Fueron cinco años «intensos» hasta que en el curso 90/91 este bibliotecario asumió la coordinación de las rutas de los bibliobuses y continuó transportando la cultura hasta el más remoto rincón de la provincia. Después de 28 años de servicio y cumplidos ya los 65, José Antonio Portales se jubila. El día 7 de noviembre es el adiós definitivo. Será el momento de entregarse a sus aficiones y pasiones, entre las que cultivará una a la que no ha podido dedicarse con toda la intensidad deseada: leer.

-Con el bibliobús funcionando ya desde el año 81, ¿por qué se planteó uno específicamente escolar?

-Quien hace el planteamiento del bibliobús escolar y tiene la idea en la cabeza es Concha González (directora de la Biblioteca Pública). En aquel momento quieren a alguien capaz de ponerlo en marcha y tuve la suerte de que me eligieran. En aquel momento se pensaba que los bibliobuses normales estaban trabajando de cara a la gente mayor y también a los colegios, pero era un contacto limitado al préstamo de libros; incluso con los colegios grandes no había capacidad para prestar. Entonces se quería dar un salto para trabajar solo con colegios y con niños; en lugar de hacer solo préstamo de libros que también hubiera unas actividades para darles a conocer la literatura infantil, que en aquellos momentos empezaba a tirar con fuerza. Se pretendía dar un cambio pasando del mero préstamo a complementarlo con actividades de animación dentro del aula, dinamización de la lectura y descubrimiento de la literatura infantil en los colegios.

-Se presume que estamos entonces ante un gran lector.

-Pienso que en aquel momento sobre todo se buscaba a alguien vinculado al mundo de la enseñanza porque el proyecto se pensaba para los alumnos de los colegios. Necesitaban una persona con experiencia en el campo de la enseñanza, que hubiera trabajado con niños y desde luego muy cercano a las las letras. Yo cumplía esas condiciones.

-Un proyecto novedoso y con todo un mundo por delante, ¿cómo empezó aquella aventura?

-Empezamos con veinte centros y la idea era hacer aproximadamente una visita mensual. Se quería atender al mayor número de colegios, pero sin distanciar mucho las visitas para que no se perdiese esa necesaria continuidad. Acudíamos a colegios comarcales, preferiblemente que no tuvieran biblioteca y que no fueran excesivamente numerosos.

-Hoy no tendrían ese problema pero hace treinta años había más niños en el medio rural.

-Claro, ha cambiado mucho. En aquel bibliobús empezamos trabajando con colegios de 200 y 300 alumnos, y ahora encontrar uno así es una aventura. Hubo que rechazar centros como Los Salados de Benavente porque en aquel momento tenía 900 alumnos y era imposible abarcarlo; o Fuentesaúco, donde habría unos 500.

-Lo novedoso de este proyecto era la combinación de lectura y animación, algo incluso hoy singular en España ¿no?

-Sí, el de Zamora es un caso único. El bibliobús va al colegio, se hace el préstamo a los niños y después una actividad de animación con ellos dentro del aula, de acuerdo con unos criterios que se exponen al claustro. Pretendíamos que los profesores estuvieran dentro para que vieran lo que hacíamos y dejar una serie de actividades en el aire para que las pudieran continuar a lo largo del mes, bien con los libros que hubiéramos prestado o con el montaje que llevábamos. Esa continuidad la tenían que dar los maestros. Era todo muy nuevo porque ahora hay un montón de animadores y contadores de cuentos, pero en aquel momento no. Teníamos que buscarnos la vida para presentar cosas nuevas. Yo en el verano me iba a los cursillos de Madrid o a la Universidad de Cuenca a contactar con gente que llevaba experiencias nuevas o se dedicaban a investigar.

-Aquella semilla germinó y el bibliobús escolar no ha dejado de crecer; no se debe haber hecho del todo mal...

-Creo que en aquellos años se pegó un cambio muy grande porque conseguimos abrir las puertas del mundo de la literatura infantil a los colegios, a los profesores y a los alumnos. Y se logró que los niños vieran muchas cosas de la literatura y del mundo de los libros de otra forma. Yo pienso que se creó una imagen, y así sigue siendo, y es que cuando el bibliobús llega al colegio, es una fiesta. Algo hemos hecho porque la verdad es que los niños lo recibían con una alegría enorme.

-Hablamos de una época con muchos menos medios y más desconocimiento que ahora.

-Por eso yo creo que nos recibían encantados. Yo empecé solo pero me tuvieron que poner una compañera, Dita de la Iglesia, y llegó un momento en el que incluso necesitamos a otra persona para el préstamo, mientras Dita y yo estábamos en animación. El día que iba el bibliobús la vida la hacíamos en el colegio; formaba parte del currículum escolar del centro.

-Por lo que se percibe fueron tan solo cinco años, pero muy intensos.

-Sí porque tienes que conseguir que los niños se despierten, que estén atentos, atraer su atención. La actividad tiene que ser dinámica, atractiva, intensa, por lo menos en los primeros momentos, hasta que los enganchas. En aquellos momentos hacíamos cuatro sesiones de animación, una para infantil y después para los de 6º, 7º y 8º de la EGB de entonces. Fue muy intenso y duro pero también muy agradecido, la verdad.

-Pero como todo, aquella etapa terminó y se embarcó en las rutas de los bibliobuses «normales».

-Pues sí, la directora me habla de la posibilidad de cambiar al servicio normal de bibliobuses para coordinar y replantear un poco todo. Me dio pena dejar lo de los niños pero también era interesante el nuevo proyecto.

-Pisaba un terreno ya conocido, ¿sería más fácil no?

-El cambio era más sencillo, aunque tratamos de ajustar el servicio para atender lo mejor posible tanto a la gente mayor como a los colegios. En el curso 90-91, que es cuando me incorporé, se revisaron las rutas y las acomodamos en algunos colegios donde no entraba el bibliobús, para hacer el préstamo. Conseguimos establecer una coordinación con el profesorado porque la relación con el bibliobús tenía que nacer en el propio colegio. Era muy importante atender a las escuelas porque los lectores se hacen en la infancia fundamentalmente.

-¿Ha influido en la demanda de este servicio la generalización de internet y las redes sociales?

-Yo veo que los niños siguen subiendo al bibliobús y la gente mayor igual. Hay quien no ha leído antes porque no podía o no tenía qué leer, pero la verdad es que son de admirar algunas personas, en las condiciones en las que pasaron su niñez y su juventud, y sin embargo van a por libros.

-¿Tienen claro lo que quieren o se dejan asesorar?

-Pues hay gente que directamente espera que les recomiendes algo, la gente confía en lo que le das. Llevas muchos años, conoces a los socios y ya sabes lo que les gusta.

-¿Se ha encontrado con alguien sorprendente, con algún gran lector?

-Yo todavía me sorprendo de lo que leen algunas personas. Hay alguna que ha llegado a leer dos mil páginas en quince días, bien en cuatro libros de 500 páginas o dos de mil. Hemos tenido alguno jubilado así pero también alguno que tiene su granja y trabaja. Es que te quedas pasmado.

-Habla en masculino, ¿es que son generalmente hombres esos sorprendentes lectores de los que habla?

-Estos grandes lectores que digo son hombres, pero en socios adultos el porcentaje de mujeres es superior. Tenemos bastante más usuarias en los pueblos.

-Decía que el bibliobús para los niños es una fiesta, ¿ocurre eso en los mayores?

-Es una cosa curiosa. En los pueblos hay gente que se encuentra en el bibliobús, dicen que no se han vuelto a ver desde el último día que fueron a por libros. El bibliobús es un espacio pequeñito, muy cercano, donde se comenta si el último libro les ha gustado o no, si han estado enfermos, si han salido de viaje... Se establece una relación muy especial y yo lo estoy notando ahora, cuando me voy despidiendo de la gente. Es una labor que esperemos que no se pierda.

-Pues acaba de llegar un varapalo con la amortización de dos plazas en el servicio de bibliobuses.

-De hecho mi puesto es uno de los que se amortiza, ahora van a estar en ruta dos bibliobuses (en vez de tres) y las visitas se van a prolongar. Antes todo el mundo tenía la visita mensual asegurada, pero ahora es imposible. Todo esto me da un poco de miedo; espero que este servicio se mantenga.