José Cruz Mateos, más conocido como «El Ciego de Matellanes», se ha convertido estos días en el primer invidente que realiza la trashumancia entre Aliste y la Alta Sanabria. Una tarea dura, que no imposible.

-¿Sus limitaciones físicas no le impiden afrontar estos retos?

-Están ahí, eso es obvio, no obstante hago lo que puedo, voluntad le pongo. Yo por el día me manejo bastante bien, por la noche bastante mal. No me he caído ni una vez todavía. Aunque nunca será tarde.

-¿Para usted que significa la experiencia trashumante?

-Yo esto lo hago en plan altruista, por echarle una mano a unos familiares y amigos, para ayudar a la cabaña a subir a la sierra aunque reconozco que en algunos momento puedo ser más una carga que una ayuda. El ser ciego aunque me dificultad no me impide hacerlo, yo lo hago con gusto y los compañeros cuando pasamos por sitios difíciles me echan una mano, me ayudan y así hacemos el camino.

-¿Se ayuda de algún animal para realizar el camino?

-Llevo una mula. Lo mejor para estros casos son las burras de pura sangre «Zamorano-Leonesa», son mansas y aguantan, pero por desgracia cada vez quedan menos en nuestros pueblos. Es una pena.

-¿Qué se siente recorriendo las ancestrales vías pecuarias?

-Es emocionante. Esto es muy bonito, es para hacerlo y vivirlo. Al que le guste el campo yo se lo recomendaría, que por lo menos una vez en la vida hiciese la trashumancia con las ovejas alistanas hasta Sanabria. Es muy entretenido, muy especial. Lo pasas bien cuando te juntas toda la cuadrilla. Siempre hay bromas. Juerga. Se pasa bien.

-¿Despierta la trashumancia interés entre los turistas?

-Últimamente se nota que cada vez más gente se interesa por la trashumancia, viene a hacer fotos y vídeos, a ver cómo se hace, a preguntar cosas y recoger datos. Para documentarse un poco y ver el futuro que va a tomar esto. Las riendas que va a tomar por que esto tarde o temprano, viendo lo visto, yo creo que terminará por desaparecer. Porque cada vez hay menos ganados, cada vez la gente joven se anima menos a ser ganaderos y pastores y hacer la trashumancia, a coger ganados. Quedan los de toda la vida, pero con la edad se van jubilando. Yo creo que el futuro es bastante negro.

-En cualquier caso la trashumancia esta yendo a menos.

-Sí. Eso es evidente. Ahora aquí en Aliste están subiendo solo cuatro cabañas, esta de Rabanales y las de Valer, Pobladura y Mellanes. Nosotros este año vamos para «La Gamoneda».

-¿Merece la pena, a veces, tanto sacrificio o no?

-Sí. Andar por estos caminos de Dios ayudando a la gente de manera altruista es grandioso. Yo lo gozo. Salí con estos dos rebaños de Rabanales y Tolilla y luego nos juntamos con los otros dos de Palazuelo y dos de San Vicente. A la hora de comer echas cuatro pintas de vino. Es inolvidable. A mí me gusta. Disfruto más estos cuatro días por aquí para arriba con el ganado que andando por allí por Rabanales o Mellanes. Te lo digo así. Yo lo disfruto, lo gozo, aunque sé que es cansado. Porque llega el domingo hecho polvo. La verdad es que es cansado. Tienes que estar al cuidado, cada poco levantarse a ver si se han separado o si viene el lobo.

-Para usted tiene una dificultad añadida.

-Lo hago todo a base del oído. Ellos levantan la cabeza y ven lo que pasa, yo por oídas. Las ovejas llevan cencerras, cuando no las oyes, sabes que se han separado, das una voz y vienen los pastores a ayudarme. Al no tener la vista tengo más aguzado el oído.

-Usted también es un amante de las tradiciones.

-Hago lo que puedo,que no es poco. Hace dos años me inscribí en la escuela de folclore de Aulas de Música de Aliste y Tras Os Montes de Trabazos y me compré una gaita de fole. Ya la voy entonando bastante bien. La pasada primavera ya estuve tocando en el encuentro de la Unidad de Acción Pastoral de Rabanales en la fiesta que se hizo entre Tolilla y Lober donde antaño había una ermita.