La Semana Santa de Bercianos, para Ponga, se asienta sobre una estructura social amalgamada por la religión, o, por una religión popular, venida unas veces de Roma, vía Bula, tomada otras de las predicaciones que los religiosos, casi siempre franciscanos o capuchinos hacían con regularidad por estas tierras que consideraban tierras de misión, «no tanto porque permaneciesen al margen de la religión, sino porque ellos, los misioneros no eran ni lo bastante creyentes ni lo suficientemente tolerantes como para admitir que hay más prácticas que las que manda un sector de la jerarquía, y más ortodoxia que la que puede imponer el poder». Los alistanos, más pragmáticos, «aceptaban lo que les servía y lo incluían en su "corpus religioso y cultural" hasta llegar a crear esta joya cuya densidad antropológica no tiene parangón, que yo sepa, en toda la península ibérica».