Cuando, allá por los años cincuenta, José María Arguedas era ya un escritor consagrado, el hoy Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa se autodefinía como «un estudiante lleno de sueños literarios». A pesar de los 26 años que les separaban, trabaron una «buena amistad», sostenida en la distancia. El de Arequipa desembarcó en Barcelona con la idea de ir a París y Madrid integrándose en la élite cultural, «la izquierda caviar», que describe el antropólogo y escritor, Gabriel Arriarán. En cambio José María Arguedas se asentó en Perú, consolidándose como un escritor «más popular, ligado a las experiencias del hombre común y corriente, más humilde».

Vargas Llosa demostró su respeto y admiración hacia Arguedas en el ensayo titulado «La utopía arcaica», trabajo que coronaría el interés por su paisano, al que entrevistó en el año 1955. El propio Vargas Llosa cuenta sobre Arguedas cómo «su atormentada personalidad y su limpieza moral me sedujeron, de modo que empecé a leerlo con una curiosidad y un afecto que se han mantenido intactos hasta ahora, aunque mi valoración de sus libros haya cambiado con los años». Cuando Arguedas puso fin a su vida, en el año 1969, Vargas Llosa decidió escribir un ensayo sobre él, que no se haría realidad hasta un cuarto de siglo más tarde.

El Nobel es uno más de la legión de escritores y estudiosos interesados en la obra del antropólogo que puso sus pies en tierras zamoranas. Hoy José María Arguedas «es recordado, evocado, invocado, y su muerte puesta en escena una y otra vez a través de la escritura de libros y artículos hagiográficos y otras ceremonias académicas y populares», expresa Arriarán en su artículo con motivo del centenario del nacimiento del autor, titulado «José María Arguedas, un escritor de culto».