Lola Eiffel, entrenadora y juez nacional española y francesa de Gimnasia Rítmica, bailarina, coreógrafa y promotora se acerca a Fuentes de Ropel, donde tiene sus raíces, para presentar su espectáculo “Libertad y suicidio”. Su formación coreográfica estuvo a caballo entre España y París, donde vivió más de una década. Ahora además de las actuaciones, las clases, masterclass y sus intervenciones como coreógrafa en el Centro de Alto Rendimiento de León, desde 2019 trabaja con la ciudad de Valladolid activamente con el Teatro Nacional Calderón en varios proyectos.

–Hábleme de su espectáculo “Libertad y suicidio”.

– Es un homenaje a cuatro mujeres: Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Silvia Plath y Antonieta Rivas Mercado. Empecé a investigar la invisibilización de las mujeres en la historia, ha habido muchas autoras que sea el arte que hayan realizado han tenido que utilizar pseudónimos porque como mujeres no podían difundir sus obras. Me adentré ahí buscando su reconocimiento.

–¿Cómo se desarrolla esta obra?

– Estoy yo sola en el escenario, y los personajes cambian continuamente detrás de un biombo. Hay también una voz en off grabada, por Alba Frechilla que es una actriz vallisoletana, que narra todo lo que va pasando. Hay música clásica de diferentes compositores para ambientar hasta que aparece la voz en off que nos cuenta una poesía, se hace alusión a alguna obra de cada mujer y al momento de su muerte.

– Lola Eiffel es su nombre artístico, ¿qué trayectoria ha seguido?

–Desde 2013 creo la Lola Eiffel Company con la que he estrenado más de 10 espectáculos. Ahora mismo estoy trabajando con Teloncillo Teatro. Tengo mucho contacto con la rítmica y el patinaje como coreógrafa y danza y flamenco contemporáneo, sobre todo, danza.

–¿Cómo compagina la danza con la gimnasia rítmica?

– Cuando yo saqué la titulación de técnico superior de rítmica, la danza era muy importante en la rítmica pero el código de puntuación ha ido cambiando criterios y ahora se valoran más aspectos relacionados con acrobacias o malabares. Pero yo, siendo entrenadora de rítmica, empecé a trabajar con la danza porque para mí en la rítmica faltaba mucho movimiento, expresividad, interpretación. Tuve la suerte de hacerlo y tengo la ventaja ahora mismo de que al ser bailarina y ser entrenadora nacional, yo tengo una capacidad de adaptación de la danza a la rítmica mucho mejor que si contratas a un coreógrafo que no ha hecho rítmica nunca.

– Ha trabajado con el equipo nacional de rítmica.

– Sí, he trabajo con el equipo de Carolina Rodríguez que obtuvo un diploma olímpico en Río y la seleccionadora Ruth Fernández del CAR de León siempre cuenta conmigo desde hace muchos años.

–¿Cómo ha sido trabajar con el equipo nacional? Supongo que hay un mayor nivel de exigencia.

– Como con todo deportista de élite o todo bailarín que esté en una compañía internacional. Es una profesión y la exigencia es máxima. La rítmica necesita una precisión increíble y necesita horas y horas y horas de entrenamiento.

– Fundamental adquirir rutina en ese entrenamiento.

– Sí. Yo el pasado fin de semana estuve en Fuentes de Ropel para desconectar, pero he tenido que ir cuatro horas a entrenar por la mañana. Si tengo que bailar la exigencia que necesita el cuerpo es máxima. Durante la semana el cuerpo tiene que estar activo y hay que cuidar también la alimentación y no consumir alcohol. Yo no lo tomo como algo pesado, me produce mucha más satisfacción bailar que tener que pensar que tengo que quitarme de comer hamburguesas, por ejemplo.

- ¿A la hora de entrar en una escuela o compañía de danza sí se tienen en cuenta estos aspectos?

- En la rítmica es muy importante el físico, porque al final es un deporte estético. Pero pasa con otros deportes, te tienes que cuidar, no hay otro modo. Cuando entras en una compañía internacional nos fijamos en el talento, no solo en la técnica, pero tiene que tener una forma física o estética. En la danza contemporánea, por ejemplo, no se busca a alguien excesivamente delgado, es mucho más abierta.

– Se ha referido al trabajo en una compañía internacional. Usted tiene una dilatada experiencia en Francia.

– Estuve trabajando once años en París, luego me volví a España y volví a Francia el verano pasado y he acabado ahora en junio por propia decisión.

– ¿Ha ido bien este último año de pandemia en Francia?

– Ha sido horrible, muy duro. Allí el confinamiento era a las seis de la tarde y no había vida. Menos mal que trabajo en lo que me gusta. La verdad es que ha sido duro por no tener vida social, no poder conocer a nadie. Ha sido un año esclavo respecto al trabajo, no había teatros abiertos y ha sido duro, pero ha sido duro para todo el mundo. A nosotros no pisar un escenario pesa.

– ¿Qué sensaciones ha tenido al volver a estar con el público en el escenario?

– Al final es nuestra manera de expresarnos. Yo dirijo en Valladolid desde hace cuatro años el Certamen Internacional de Danza Contemporánea y este año ha sido muy difícil sacarlo adelante. La sensación ha sido como si fuera la primera vez para los bailarines. Yo he bailado en abril en el Teatro Calderón con la Memoria Histórica y ahora vuelvo a bailar en Fuentes de Ropel. Subir al escenario es un placer inexplicable. Es libertad, la que nos han arrebatado. Esperemos que la gente siga apostando por la cultura, que es segura. Son lugares completamente controlados. Me parece ridículo que se haya vetado tanto a la cultura, pero es la política que tenemos, cuanto más vetes la cultura más dominación tienes de la sociedad.