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El pelele indultado

Fuentes de Ropel «mantea» un año más la figura del muñeco de trapo retomando una antigua tradición de clausura del carnaval en la localidad

El pelele indultadoM. A. C.

"A la de una, a la de dos, a la de tres, arriba con él". De este modo advierten los vecinos de Fuentes de Ropel el anuncio del manteo del muñeco de trapo, del pelele. Las jornadas de carnestolendas se cierran con el manteo de la figura confeccionada con trapos viejos y que viene a representar las adversidades, tanto personales como colectivas, ocurridas durante todo el año.

Se viene así a cumplir con la tradición, de este ritual de mantear a un espantajo antropomórfico de origen incierto pero con referencias romanas y del que ya escribió Cervantes o llegó a inmortalizar Goya. Se retoma así, por tercer año consecutivo, una ancestral costumbre en Fuentes de Ropel que se había perdido desde hacía medio siglo. Se hace en la plaza Mayor por parte de un grupo de vecinos deseosos de continuar con las tradiciones como la del pelele abriendo las puertas a la Cuaresma. Un pelele recién confeccionado logra el indulto y el viejo muñeco arropado con todos los sinsabores vecinales es pasto de las llamas en la plaza.

El grupo de vecinos manteaba previamente al muñeco entonando coplillas llenas de sátira, muchas de ellas afeando las características sexuales del mítico personaje o referidas también a contenidos más mundanos y propios de la época. Hace años eran las mozas las encargadas por Carnaval de fabricar un pelele y eran los mozos los que hacían uno más grande «el pelelón» abriendo un cortejo callejero. Actualmente se evoca el rito llegando al manteo con cánticos de este tenor: "el pobre pelele se va a marear, de tanto subir de tanto bajar. El pobre pelele no tiene camisa que se la quitaron los curas en misa. El pobre pelele no tiene botón que se lo quitaron el día de San Antón".

Así se cerraron las carnestolendas en Fuentes de Ropel, llenas de simbolismos donde la sátira entraña deseos ocultos que se confunden con el mito.

Niños, jóvenes y adultos participaron de este ritual organizado por iniciativas ropelanas y teniendo como final la degustación de una generosa chocolatada y no menos abundantes raciones de orejas, de los postres típicos de las carnestolendas.

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