El campo castellano-leonés está llamado a las urnas el 11 de febrero. El zamorano también, claro. Hay que volver a elegir a los representantes del sector en los foros sectoriales, entre ellos la cámara agraria provincial, un órgano bajo mínimos que languidece entre la desidia administrativa y la falta de competencias. Los comicios agrarios vuelven a hacer visible la bombilla sindical y quienes se encargan de que no se apague volverán a hacer el camino inverso, entre la ciudad y el campo, buscando abrazos y votos, que es tiempo de recuerdos y de sacar los pies del tiesto, cantándoles las cuarenta a la Administración.

Las elecciones se presentan con novedades: no habrá candidatos y se votará a las siglas. Las organizaciones profesionales designarán después a sus representantes en las distintas mesas y corporaciones en base a su representatividad ganada en las urnas.

Son unas elecciones tristes porque el censo provincial de votantes no deja de caer. En los últimos comicios, hace cinco años, había 5.520 agricultores y ganaderos en la lista; un lustro más tarde quedan 4.827, cerca de un 15% menos, una caída trágica. Los profesionales del sector han tenido que reciclarse ante el ajuste de las rentabilidades y engordar sus explotaciones para sobrevivir. El que no ha podido hacerlo, ha tenido que marcharse, como tantos otros zamoranos.

Las elecciones resolverán algunos enigmas en la provincia: servirán para conocer si la Alianza COAG-UPA mantiene su mayoría absoluta, si ASAJA despega desde el suelo o no, y si UCCL pasa de la anécdota a la realidad.

Los comicios, que tanto costaron conseguir hace años, han perdido fuerza como también lo ha hecho profesionalmente el sector agrario. Pero, bueno, nunca es tarde para sembrar si hay tempero.