Es como mirar un paisaje a través del cristal de una ventana sobre el que golpea la lluvia de tormenta. Aparece distorsionado, por las gotas de lluvia y por ese ruido sordo que deja el agua en el alma. Lo de fuera se muestra feo. En ese cuadro lo importante es el cristal y quien está dentro.

Lo mismo ha ocurrido siempre con la imagen del ámbito rural vista desde el prisma urbano. Hasta el diccionario fue durante siglos ingrato con el término: rústico, primario. Como si el lenguaje no lo hubieran labrado las gentes del común, aquellas que vivían en establos y chabolas, las que iban a los mercados, lugar al que acudía también algún fraile que escribía después los libros de horas de los conventos en la fabla del pueblo.

Hace años se puso de moda en los medios de comunicación y en los espectáculos en general la figura del paleto. Gila aparte, porque a los genios se les puede perdonar casi todo, el cliché del hombre de campo que se dio durante años era denigrante, un ataque a la dignidad. Los sosias de los paisanos de la boina calada aparecían un día sí y otro también en todas las televisiones. Eran primarios, brutos, feos, incultos y seguramente malolientes, aunque el olor no salía fuera de las pantallas.

El perfil hizo daño a quien ejerce uno de los oficios más dignos -y transcendentales- del mundo, el de producir alimentos. Y seguramente algo influyó en que los jóvenes nacidos en los pueblos abandonaran en masa el sector y dejaran el mundo rural como un erial.

Llegaron después otros años donde lo rural se idealizó hasta el extremo y se vendió como el paraíso terrenal y el campo donde los desposeídos urbanos, castigados por la crisis, podían enjugar sus lágrimas a gusto. Pero la cosa no funcionó.

Y ahora parece que algunos desde algunas televisiones quieren recuperar la imagen primera, la indigna. Con un añadido, que los paletos aparecen como toreros y cazadores sanguinarios y fascistas, capaces de acabar con todo lo que se mueva. Lamentable y denunciable. Qué fácil es machacar a alguien rociándolo con ese tufillo de fácil y falso humor. Indignante.