Lleva más de un cuarto de siglo reivindicando el uso de la bicicleta. Y lo hace de una manera muy original: recorriendo el mundo sobre dos ruedas, aunque en su caso hay que añadir dos más, puesto que su fiel bicicleta siempre lleva un par de pequeños remolques, con el espacio necesario para albergar todo lo indispensable del día a día. Desde tienda de campaña y saco de dormir, hasta aceite y azúcar, agua, ropa y muda limpias. Omar Ruiz-Díaz Romero comenzó en 1991 con esta aventura, que le hace recorrer durante varios meses al año -"en cuanto comienza el calor siento la necesidad de moverme", confiesa- diferentes países. Así, después de haber recorrido toda América de norte a sur, este paraguayo de 53 años, con nacionalidad canadiense, ahora se encuentra descubriendo Europa.

El último de esos viajes lo ha iniciado en este mes de mayo, con Madrid como punto de partida y, en principio, Santiago de Compostela como destino final. "Viajo promocionando el uso de la bicicleta, como instrumento de libertad y alegría. Aunque hay que saber que no hay alegría sin sacrificio", advierte Ruiz-Díaz, quien diferencia este sentimiento del de sufrimiento. "Cuando una persona viaja en bicicleta, parece que está sufriendo, que se trata en realidad de un sacrificio y de asumir unas consecuencias, como quien hace el camino de Santiago".

De eso sabe mucho, puesto que llevar un medio de transporte que pesa 85 kilos le obliga a bajarse del sillín cuando comienzan las cuestas. Su último "sacrificio" ha sido subir el puerto de Navacerrada poco tiempo después de salir de la capital de España.

Hace apenas cuatro días llegaba a Zamora por primera vez y, al no poder descansar en el albergue de peregrinos, acudió a la Policía Municipal, que le remitieron a la casa de acogida Madre Bonifacia, gestionada por Cáritas. Tremendamente agradecido por este apoyo, destaca también la oferta que le hicieron para donarle algo de ropa y calzado nuevo, ya que sus zapatillas "estaban completamente destrozadas". Mientras tanto, su singular bicicleta descansa en el garaje de un vecino que le cedió, sin apenas conocerlo, un espacio para guardarla durante los días que permaneciera en la ciudad. "A veces, cuando uno tiene una situación difícil se pregunta por qué le ha pasado a él, pero yo siempre tengo la certeza de que, si sobrevivo, algo bueno va a pasar. Y puede hasta ser mejor de lo que se esperaba", apunta sobre la generosidad de la gente que le ofrece su mano sin conocerlo siquiera.

Con todo ello, su primera impresión de la ciudad es más que positiva. "Es una ciudad muy limpia y muy europea, por la buena conservación de sus monumentos. Yo he viajado desde París a Berlín y por el camino había pueblos encantadores que también conservaban así de bien su arquitectura", valora.

En su equipaje también hay sitio para las piezas de bisutería que él mismo elabora a mano. Todas con las bicicletas como protagonistas, originales joyas -desde colgantes hasta llaveros- cuya venta le ayuda a disponer de algunos ingresos. "No tengo un presupuesto determinado para mis viajes y muy a menudo hago trabajos esporádicos durante mis recorridos a cambio de acomodo", explica este trotamundos. El último de ellos ha sido en la provincia de Segovia, donde paró a descansar en un camping durante unos días a cambio de barrer las instalaciones.

"Cuando uno viaja en bicicleta se presenta el aquí y el ahora y yo vivo el presente, así que me siento como en casa en cualquier sitio", confiesa. De esta manera, todas sus vivencias y las fotografías que va recopilando como buen aficionado a la cámara que es en cada lugar que recorre se pueden ver en su página web (www.omarglobal.com). En breve volverá a coger a su compañera de dos ruedas para continuar con su camino, tras el buen sabor de boca que le ha dejado la hospitalidad zamorana.