«Mucha gente me dice que mis padres se merecen el cielo, y yo también lo creo». Son las palabras de Eric, el menor de los hijos biológicos de Montse Ruiz y José Pablo Ramón, que llevan una década acogiendo en su casa a niños con situaciones familiares complicadas.

Con tan solo cuatro y ocho años, Eric y su hermano Kevin ya compartían a sus padres con otros menores, una situación que desde muy pequeños han visto normal, «si no tienen una familia adecuada los compartimos con todo el cariño para que tengan la atención y el apoyo que necesitan», explica Eric. Un sentimiento que comparte su hermano mayor, «lo que hacen mis padres es ejemplar, lo debería hacer más gente y estamos muy orgullosos de ellos», subraya.

Natalia tiene seis años, de los que cuatro ha vivido con su familia de acogida. Está aquejada de síndrome de Moebius, una de las catalogadas como enfermedades raras, que le afecta a la movilidad del rostro y le causa escoliosis, estrabismo y tiene que ver con su escasa masa muscular. Su madre biológica renunció a ella a los dos años de estar en acogida. «Al principio no sabíamos qué le pasaba, no andaba ni hablaba, y ahora, aunque es dependiente, puede manejarse sola y hasta acude al colegio María Inmaculada como lo han hecho el resto de sus hermanos», explica la madre de acogida.

Montse y Jose la miran con cariño mientras dibuja en un cuaderno, y se muestran muy satisfechos con la adaptación que ha tenido con sus compañeros, «la han acogido muy bien y la cuidan, porque saben que no puede correr, ni subir escaleras y es como la mimada, la protegida», comentan con afecto y protección, ya que aunque aún no ha tenido que pasar por el quirófano mientras ha estado con ellos, «estamos pendientes porque el corsé que lleva puesto le sujeta la lesión, pero no se la corrige, y a los once años se le arreglará con una operación».

El último que ha llegado al hogar zamorano es un bebé de pocos meses, un niño normalizado al que sus padres no pueden atender de forma temporal por problemas familiares y que volverá con ellos cuando lo resuelvan, «no como Natalia, a la que tenemos de forma permanente». Precisamente es la despedida la peor parte de todo esta aventura, cuando los menores vuelven con sus padres biológicos, se van en adopción o a un centro. «Ese momento», suspira Montse. «Es muy duro, pero siempre pensando que van a estar bien, que es lo mejor para ellos y que cuando han estado contigo le has dado lo mejor», asegura. El siguiente paso: mirar hacia el futuro. «Cuando te despides de ellos piensas en lo que puede venir después, porque todavía hay niños que necesitan una familia y con la crisis esos niños van a aumentar más, porque la situación está muy complicada».

Aunque no ha faltado quien les ha llamado locos, incluidos sus propios familiares, «al final todos echan una mano. Nosotros somos la familia de acogida pero arrastramos a los que tenemos alrededor, la abuela, las tías... se han implicado todos, tenemos mucha muerte», explican.

Jose ha tenido diversos trabajos y aunque ahora se dedica a repartir prensa, llega a casa y se pone manos a la obra como los demás, «el otro día el pequeño se tuvo que levantar a las seis de la mañana porque su hermana vomitó y yo me tenía que ir con su hermano al médico. No cualquier niño de trece años hace eso y es porque todos estamos muy implicados», se pronuncia la madre.

Al matrimonio le sorprende que algunas personas les digan que con los niños de acogida se van a hacer ricos, «por dinero esto no se hace, porque no te llega, aunque solo sea en pañales, que necesitan los dos, se va un dineral. La motivación es otra, y es un error completo pensar que de esto sacas algún beneficio económico. Hay gente para todo», se lamenta Jose.

Hasta diez historias distintas se reflejan en los portafotos de la casa de la familia, historias que hablan situaciones complicadas, pero también de gratos recuerdos, «muchas veces nos acordamos de expresiones que utilizaban los niños que han pasado por aquí, de su forma de ser... En diez años hemos tenido diez niños, un búlgaro, dos rumanos, un nigeriano... somos internacionales», comenta sonriente la familia, que ha criado niños sanos y alegres, porque como aseguran, «el cariño engorda más que la comida».