Las parroquias de Toro continúan con su apuesta por el turismo eclesiástico. Tras la adecuación de la Colegiata como espacio museístico ahora apuestan por una nueva iniciativa diferente a todas las demás. El último proyecto de las parroquias de Toro consiste en una serie de visitas nocturnas al principal templo de la ciudad. Estas giras organizadas al abrigo de la noche se realizan en grupos de no más de 30 personas y bajo las directrices de Sheila Mateos, guía principal por el trayecto a través del emblemático edificio. Este sábado pasado se celebró la primera de esta serie de visitas por la iglesia románica.

Apenas quedaban unos minutos para que el reloj marcara las diez de la noche, cuando un grupo de 15 personas ya formaba delante del pórtico norte. Los saludos se iban turnando y pronto se hizo palpable que la mayoría de los allí presentes eran originarios de la antigua ciudad toresana. A pesar de que muchos de ellos habían visto decenas de veces, por no decir cientos, el templo de Santa María la Mayor, esta experiencia todavía no la habían experimentado y se mostraban ansiosos por hacerlo. Los debates en torno a qué torre era mayor -si la recién inaugurada de la Colegiata- o la torre del Reloj tuvieron que ser aplazados ya que las puertas rechinaron dando paso a la que fue la primera visita nocturna de la Colegiata de Toro.

Nada más dar los primeros pasos dentro de la iglesia un profundo olor a incienso lo inunda todo, es tanto que el olfato tarda unos minutos en adecuarse a la nueva atmósfera. De pronto, lo único que suena son los pasos, cuyo eco golpea a los vetustos muros del salón principal y crea una sensación de enormidad que envuelve al visitante; ahora, ya no parece estar bajo los muros de aquel edificio que hace unos minutos cotejaban sus ojos, sino que presiente estar rodeado por una estructura de dimensiones mastodónticas.

La primera parada lleva a la pequeña compañía al retablo de la Asunción y Evangelistas, tras el altar mayor. Tras esta primera etapa, la maestra de ceremonias invita a los allí presentes a acercarse al crucero y tumbarse en el suelo para facilitar el visionado del cimborrio.

Ya en pie, los visitantes siguen a la guía hasta la sacristía, totalmente iluminada para no perder un solo detalle de los tesoros que guarda. En apenas 20 minutos el templo ha pasado de estar a oscuras a plenamente iluminado, pasando por una ligera luminosidad que recuerda a la que vierte el plenilunio en los días despejados de la época estival.

La última parte de la visita es la flamante y renovada torre, reconvertida en museo gracias a la inversión de cerca de 50.000 euros de las parroquias toresanas. Los visitantes pudieron disfrutar de los tres cuerpos que forman la atalaya románica. El primero alberga el centro de interpretación de la construcción del templo, situado en la antigua casa del campanero, en el que se explican la planimetría, las herramientas y oficios que intervinieron en la edificación de la Colegiata; en el segundo cuerpo de la torre los visitantes ascendieron a la "sala del reloj", que guarda la maquinaria del reloj del templo que data del año 1785. En el último piso o "cuerpo de campanas", la comitiva pudo admirar las once campanas del templo y una vista panorámica de la ciudad y de la vega del río Duero, desde el punto más alto de Toro, cuya belleza quedó amplificada por el manto negro de la noche.