El expresidente de la Generalidad, el eximio Carles Puigdemont, quiere quedarse a vivir en Bélgica. Le va el estatus de exiliado y le está cogiendo el gusto a ese país ligado históricamente a España. Como sigue en sus trece, que no en sus cabales, creyéndose la salvación de Cataluña por la vía unilateral hacia la independencia, quiere gobernar los destinos de esa comunidad española desde el país que le ha acogido sin más, excepción hecha de los grupos de secesionistas flamencos que son los únicos que le jalean y acogen.

Para ir echando raíces ha alquilado una vivienda en el municipio belga de Waterloo, famoso por la batalla del mismo nombre que significó el final definitivo de las guerras napoleónicas. La cosa tiene su aquel. La historia es cíclica y se repite aunque los protagonistas sean otros muy distintos como distintas son las circunstancias. La vivienda no es una casa cualquiera, es un casoplón, muy al gusto de las gentes del lugar. Son 500 metros cuadrados, seis habitaciones, tres baños, los correspondientes salones, cocina, garaje para cuatro coches y una gran terraza. Tiene toda la pinta de ser la mansión del presidente en el "exilio". Creyendo como cree que va a resultar investido president, el casoplón tiene toda la pinta de eso, de ser la residencia oficial de Puchito en el extranjero.

Este señor tiene que hacerse mirar de inmediato la paranoia que se ha adueñado de sus actos. Incluso los más recalcitrantes independentistas dan el procés por muerto. Es verdad que mientras no lo entierren, el muerto puede estar en estado cataléptico y despertarse cuando menos se espere. Hay que ser muy cuidadosos con estas cosas. Porque si bien los milagros cada vez son más infrecuentes, hasta el punto de que ni en Lourdes ni en Fátima se ha vuelto a registrar milagro alguno, en política todo es posible.

Lo que hay que tratar de averiguar sin demora, sin dejarlo para mañana como se ha venido haciendo históricamente con Cataluña, es de dónde saca Puigdemont para tanto como destaca. A ver, el casoplón cuesta, tras el pertinente regateo al que sometió a los dueños Josep María Matamala, amigo y consejero del ex presidente, 4.400 euros al mes. El Gobierno de España está en la obligación de enterarse de a donde coños va a parar el dinero que envía a Cataluña, que no al contrario, entre otras cosas para acabar con las deudas contraídas. Porque ha sido dinero español, dinero que ha salido del trabajo de millones de españoles, el que ha pagado el procés. Sabemos que el Govern desvió fondos de Asuntos Sociales, Trabajo y Familia para montar la Hacienda catalana y así sucesivamente con todo lo demás. Los robados hemos sido nosotros y no a la inversa como han venido repitiendo hasta el adoctrinamiento.