El título de esta columna es el mismo con el que uno de los mejores políticos -y gran persona- que tuvo esta provincia, Juan Seisdedos, encabezó un magnífico estudio, más de doscientas páginas, publicado en 1977, albores de nuestra etapa democrática. En aquella ocasión se acompañaba con el subtítulo: un programa para su desarrollo.

Casualidades, su sepelio ha coincidido con el titular de primera página de La Opinión-El Correo de Zamora del viernes, que ratificaba que solo en el primer semestre del año nuestra provincia ha perdido casi otro uno por ciento de sus habitantes. Una dinámica descendente que, como he reflejado en numerosas columnas, se va acelerando en los últimos años por el paulatino envejecimiento medio de la población.

La proporción, cada vez más alarmante, entre el número de nacimientos y el de fallecimientos y los brutales datos que muestran el exilio a la búsqueda de oportunidades de futuro de los más jóvenes, los únicos que podrían contribuir a aumentar el número de nacimientos son, como aquel trabajo, la esencial radiografía de una provincia gravemente enferma y a la que no parece que nadie tenga mucho interés en transformar para salvar.

Sumemos que el mayor porcentaje de esos jóvenes que se van son aquellos que han alcanzado una mejor cualificación académica y profesional, para entender que el empobrecimiento en número de habitantes va acompañado de un dramático empobrecimiento de capacidades intelectuales, imprescindibles para el emprendimiento, la generación de riqueza y la aportación de valor añadido a las estructuras anquilosadas de una provincia que sigue debatiéndose entre una ensoñación burguesa, que realmente nunca ha existido, y un cada vez más férreo y mediocre control político (a cambio de nada), más propio de épocas de caciquismo autoritario que de una sociedad democrática, abierta y moderna.

De Seisdedos se dice que era un político conservador, pero eso es una mera etiqueta ideológica. Más bien lo tengo por un liberal con sólidos principios éticos. Fundamentalmente trató siempre de ser un político transformador. Tal y como se pudo escuchar durante la ceremonia de su último adiós, de boca de un alcalde de la provincia, siempre recordaba que las personas han de estar por encima de las ideologías en la dedicación de quien ostenta cualquier responsabilidad pública.

A tratar de facilitar las cosas y contribuir a hacer una provincia mejor para todos los que en ella vivimos dedicó lo mejor de su labor. Cierto que no tuvo el éxito que necesitamos, entre otras circunstancias por las trabas e intereses personales de algunos de los que a la hora de su marcha le han dedicado grandes palabras como si no representaran la antítesis de lo que Juan y otros pensamos que merece Zamora y los zamoranos. Al contrario que él, entienden que los partidos (ni siquiera las ideologías) están por encima de las personas y ellos, por encima de unas y otros. Quizás tengan razón y los equivocados seamos otros. Mi abrazo, Ina, para ti y vuestros hijos.

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