Me preguntaba qué escribir sobre la crisis catalana que no estuviera dicho. Cómo describirla de manera original o por dónde aventurar que irá la salida del conflicto, primero político y ahora ciudadano, que toma tales tintes surrealistas que merecería el toque final del genio (españolista) de Dalí. Tras unas cuantas vueltas, no demasiadas que no está uno para quemar neuronas en algo estéril, mi única respuesta es "nada".

Nada es la superioridad de clase, cultural, de modernidad y hasta moral que estos únicos catalanes oficiales ven en sí mismos cuando se miran al espejo y hablan en televisión de los "casposos" del resto de España a los que nos perdonan la vida dejándonos respirar. Nada lo que el gobierno Rajoy-Soraya ha hecho cuando aún estaba a tiempo para circunscribir el conflicto a un enfrentamiento entre el gobierno de la nación y el de una comunidad autónoma y no desembocara en un enfrentamiento de ciudadanos contra ciudadanos, en guerras de banderas y canciones de Manolo Escobar contra caceroladas.

Nada lo que los gobiernos actual y anteriores han hecho para evitar el adoctrinamiento en las aulas durante casi cuarenta años y que ha conducido a que dos de cada tres incorporados a la mayoría de edad vayan siendo nacionalistas y por lo tanto independentistas ocupando la mayoría social y la plenitud institucional. Nada para garantizar a las familias que sus hijos puedan estudiar en su lengua materna cuando ésta es el español o para evitar el acoso incluso en los recreos a aquellos alumnos que se expresan normalmente en el idioma oficial común. Nada para hacer cumplir la Constitución y las reiteradas sentencias del Tribunal Supremo en materia educativa y lingüística.

Nada para limitar el influjo permanente de los medios de comunicación públicos en Cataluña, financiados con dinero de todos los españoles y que han generado esa imagen de uniformidad catalana en una sociedad aún hoy dividida por mitades. Nada para poner coto al reguero incesante de dineros y privilegios para alimentar unas pretensiones que han permitido vivir a sus burgueses muy por encima de sus posibilidades reales desde hace más de un siglo, en detrimento de la industria del resto de España. Nada lo que va a resolver una precipitada cita con las urnas -patada hacia adelante-, en la que, en el menos malo de los casos, el fiel de la balanza va a estar en manos de Podemos.

Nada lo que en el fondo nos va en este juego de estrategias de alta escala a los que vivimos en esta otra España, deprimida y profunda, en la que las empresas no se van porque mueren antes, los autónomos caen como moscas o malviven y cuando el paro disminuye es solo porque baja la población activa por la emigración y el envejecimiento. Nos queda el consuelo de pensar que en el principio de los tiempos, de la nada surgió todo, pero quizás el "Big Bang" fuera también catalán.

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