Un religioso nacido en Zamora en el año 1237, que fue General de la Orden de Santo Domingo, era Fray Munio, que en la historia también se menciona como Nuño o Alcurio. Este religioso ingresó en la orden de los Dominicos en el convento de San Pablo de Palencia en 1257, ascendiendo a Provincial de España en 1281 y siendo elegido maestro general en el capítulo celebrado en Bolonia en 1285. Durante su gestión celebró importantes capítulos muy transcendentales para la Orden, promulgó la regla por la que se regirían durante varios siglos. Se mostró firme defensor de las tesis de Santo Tomás de Aquino.

Tras seis años en el generalato, fue depuesto del cargo, aunque no están claros los motivos de su destitución ni la identidad de los autores de tal acuerdo. Algunos historiadores apuntan que el Papa pudo estar disconforme con la regla otorgada por Munio a la Orden de Santo Domingo, o que fue falsamente informado de su falta de virtudes y capacidad para gobernar la orden.

Otros hacen alusión a las conductas licenciosas de los frailes dominicos con las monjas del convento de Santa María la Real de las Dueñas de Zamora. El resultado fue que en 1290 los Cardenales dominicos Latino Malabranca y Hugo de Billoín, por comisión del Papa Nicolás IV (o por cuenta propia) maniobraron para que Munio renunciase al cargo, o en caso contrario, deponerlo por la fuerza. Al año siguiente el Papa envió a Palencia dos emisarios con aquellas mismas instrucciones, los que entes de llegar a su destino fueron asaltados por desconocidos que les arrebataron las misivas pontificias.Enterado el Papa de este episodio e indignado por ello, Nicolás IV destituyó a Munio.

Bajo la protección de Sancho IV y María de Molina, fue presentado para ocupar el arzobispado de Santiago de Compostela, dignidad a la que Munio renunció. Señalado entonces para el Obispado de Palencia, su elección fue confirmada por el Arzobispo de Toledo y sancionada por Celestino V. Dos años después, Bonifacio VIII requirió al Arzobispo toledano para que suspendiera del obispado a Munio, habida cuenta que su elección no había sido canónica. La reticencia del toledano a llevar a cabo la orden del Papa fue tomada por éste como contumacia y llamados ambos a Roma, con lo que Munio fue depuesto. Permaneció Munio el resto de sus días en el convento de Santa Sabina de Roma, donde fue sepultado tras su muerte en 1300. El convento de Santa María la Real de las Dueñas tuvo su primitivo emplazamiento en la Calle de las Damas, próximo a la iglesia de Santa María la Nueva. Con motivo del incendio ocurrido en 1158 por el "Motín de la Trucha", construyeron un pequeño convento en el arrabal de San Frontis en el que habitaron hasta que una crecida del Duero les obligó en 1540 a abandonar el emplazamiento. El nuevo convento se trasladó al arrabal de Cabañales. Para ingresar en el convento en aquella época, era necesario demostrar que la novicia pertenecía a una familia noble. En la actualidad, tras el fallecimiento de sor Luisa Rodríguez, a los 76 años, el número de religiosas ha quedado reducido a trece, siete de ellas latinoamericanas, que intentan preservar los fundamentos de la Orden ante un futuro incierto.