Desde hace unos días me causan especial desazón algunos discursos que oigo o leo en diferentes medios. Esta forma de interacción social es básica y se articula a partir del uso contextualizado y estructurado de la lengua. Todo discurso tiene una intención comunicativa y pretende objetivos concretos, como, por ejemplo, el de algunos políticos cuando pretenden demostrar lo acertado de sus decisiones. Decía Fransois Jullien, filósofo francés, que el discurso político se ha empobrecido mucho porque los políticos ya no leen; se refería a la clase política en general, aunque con la excepción de Macrón, el presidente de Francia, hombre culto que lee filosofía y que hizo una tesina sobre Maquiavelo. Por cierto, cuánto mejorarían los discursos de nuestros gobernantes y también sus decisiones, si se dejaran guiar por los sabios consejos del autor de "El Príncipe". En esta obra escrita hace cinco siglos se contiene la esencia de la ciencia política moderna. La leyenda negra del pensador renacentista se queda con el irónico elogio a los príncipes y papas más tramposos, aquellos para los que "el fin justifica los medios", pero su verdadera intención era advertir a los ciudadanos de las malas decisiones políticas y de las instituciones corruptas. Podía parecer que educaba al gobernante pero en realidad estaba educando al pueblo, porque los ciudadanos corrientes también eran responsables de los abusos de ricos y autoridades. Nicolás Maquiavelo tuvo evidencias de que la credulidad de los seguidores del fanático y puritano Savonarola, era más peligrosa que sus manipulaciones e invectivas y a punto estuvieron de acabar con la República florentina con la excusa de salvar el alma de Florencia.

Algunos discursos del presidente de Cataluña me permiten compararle con otro "Savonarola" más. Cuando afirma que: "la salvación de Cataluña pasa por la proclamación de su territorio como Estado independiente y soberano en forma de República", está proponiendo un auténtico disparate fuera de la legalidad y de la realidad. Es la consecuencia necesaria de anteriores arengas, sazonadas con calculadas falsedades, que se depositaban en oídos ya preparados por años de programas educativos o televisivos, para declarar que España se aprovecha del abnegado trabajo de los catalanes. El victimismo ha prendido como la yesca. ¿Cómo apagar este fuego? El Savonarola del siglo XV perdió la vida en la hoguera y sus cenizas fueron arrojadas al río Arno. Florencia y los florentinos también sufrieron las consecuencias.

Cavilando sobre este asunto, he vuelto a recordar la película "La ola"; trabajamos con ella al finalizar el curso pasado cuando llegamos al tema: "Fundamentos filosóficos del Estado" y más en concreto cuando vimos las diferentes formas de organización política. Resultó muy pedagógica, está muy bien realizada, resultó impactante para todo el alumnado de primero de bachillerato. Fue un vehículo ideal para mostrar el funcionamiento de un régimen totalitario. Trata del profesor de un instituto que decide hacer un experimento con una clase para explicar cómo se organiza este tipo de regímenes, qué discurso utilizan y cómo es toda la parafernalia que los acompaña. La situación creada genera un sentimiento de comunidad que deriva en que los alumnos se impliquen emocionalmente, tanto, que alguno encuentra en el simulado movimiento el sentido que le falta a su vida. El profesor acabará perdiendo el control y la historia no acabará bien. El entusiasmo generado derivó en comportamientos que rompían la convivencia con alumnos de otras clases y chocaban con las propias normas del centro escolar. El demagogo discurso de la identidad y de la diferencia con los otros genera siempre conflictos de imprevisibles consecuencias.

En una situación paralela están en Cataluña, han cargado sus palabras de tantos agravios y afrentas que va a ser difícil retornar a la convivencia. La lengua no es neutra, puede ser vehículo de tolerancia y respeto, pero también de sectarismo e insolidaridad. No es razonable afirmar que en nuestro país hay presos políticos, aunque se discrepe de alguna diligencia judicial, tampoco resulta edificante proclamar que el señor Rajoy ha procedido a "suspender la democracia", por iniciar la tramitación de un artículo de nuestra Constitución. Es irritante escuchar tantas sandeces en boca de políticos que suponíamos responsables.

Termino con palabras de El Roto, que en una genial viñeta, hacía decir a un individuo que caminaba en medio de una multitud: "Moisés nos llevará al desierto y luego nos traerá de vuelta a casa", y otro le contestaba: "Oye, ¿y si nos ahorramos el viaje?".