Si el pasado domingo el Pueblo de Dios era como una viña que había que cultivar, hoy el Reino de Dios es comparado a un banquete de boda. Así se señala el carácter festivo y gratuito de la invitación que recibimos.

Jesús se dirige de nuevo a los sumos "sacerdotes y ancianos", seguramente como representantes de quienes entienden la salvación de manera exclusivista, limitada al grupo de los "suyos" y de la que se excluiría a la mayoría. A todos nos conviene purificar nuestro modo de entender a Dios, a veces poco cristiano, y desear que todos acepten la invitación de Dios y alegrarnos por ello.

El rey de la parábola invita a unos y a otros, nos llama a todos a participar de esa gran fiesta. Pero muchos rechazan su invitación, se justifican de mil maneras, no comprenden la grandeza del don que se les ofrece y lo cambian por otras cosas efímeras y vacías.

Según la parábola Dios no se desalienta. Por encima de todo, habrá una fiesta final. El deseo de Dios es que la sala del banquete se llene de invitados. Por eso, hay que ir a "los cruces de los caminos", por donde caminan tantas gentes errantes, que viven sin esperanza y sin futuro. También nosotros como comunidad cristiana tenemos que seguir anunciando con fe y alegría la invitación de Dios.

Lo anterior sirve para poner de relieve la universalidad de la invitación. La voluntad de Dios es que la sala del banquete esté bien llena, que nadie de los que quieran entrar se quede fuera. Nadie será excluido, por humilde que sea su condición o por oscuro que sea su pasado. Nuestro Dios no juzga ni clasifica.

Aceptar la invitación del Señor, conlleva vestirse de fiesta. Los aguafiestas no tienen sitio en el banquete. Dios no nos pide nada más que un corazón dispuesto a recibir con gozo y agradecimiento lo que Él nos ha preparado. Entonces, y solo entonces, podremos todas las personas mirarnos a la cara y reconocernos, darnos las manos y caminar juntas por caminos de alegría, de paz y de solidaridad.

Cada uno de nosotros deberíamos preguntarnos cómo vamos a responder a la invitación del Señor a participar en su banquete: ¿sí? ¿No? Jesús no se va a enfadar como el rey de la parábola, pero estará todos los días esperando que aceptemos su invitación, sólo así seremos felices.