La trágica matanza terrorista de Cataluña acaba de demostrar una vez mas la sumisión y el y entreguismo del PP, el partido mas votado por ser el menos malo, una panda de interesados seguidores de lo políticamente correcto, aunque eso no sea lo que sus votantes demandan. Ninguneadas las fuerzas del orden del Estado, los policías nacionales y los guardias civiles, el Parlament catalán culmina su cínica trayectoria en la gestión de la masacre - con tantas sombras como luces pues ahora se sabe también que Bélgica había advertido de los viajes del imám yihadista - distinguiendo como héroes a los Mossos y olvidando a los demás. El Gobierno de Rajoy se calla, y pese a la temida venganza islamista que acaba de ser anunciada en un video no se sube el nivel de alarma para no tener que involucrar al Ejército ya que ello no sentaría bien a a la izquierda ni a los independentistas. Lo mismo que pasa con la aplicación, descartada, del articulo 155 de la Constitución si se celebra el referéndum catalán.

Así todo, pero con Rajoy los españoles ya nos hemos acostumbrado a tanta mansedumbre y no nos sorprendemos de nada. Su corrección es exagerada y a quien desbarra y dice lo que piensa, que es tal vez lo que piensa mucha gente de la calle, se le echa del partido. Ha habido casos, como el de ese edil que dijo que más valía que la alcaldesa Colau se pusiera a fregar suelos, o algo así. Fue expulsado y ha creado un grupo de extrema derecha: Nosotros, que se une a Vox, Hazte Oír, y otras minorías, al menos hoy por hoy. Mas suerte han tenido otros como Albiol, el jefe del PP en la región de Cataluña, y algunos de los ya depurados como Mayor Oreja, Zaplana, Aguirre y otros halcones que siempre han estado a favor de la linea dura de Aznar. Y a l sazón, otro más, reincidente contra la doctrina meliflua de su partido, y que ha responsabilizado directamente a la regidora de Barcelona de los 15 muertos por permitir el acceso de vehículos a las Ramblas al no colocar bolardos para impedir el paso, aunque ya Colau ha rectificado ante las presiones y la responsabilidad, pero demasiado tarde.

Por su parte, el PP se ha desmarcado, faltaría más, y se ha salido pidiendo lo de siempre, unidad política contra el terrorismo y diálogo, mucho diálogo, la especialidad de Casa Rajoy. David Perez, que así se llama el alcalde de Alcorcón, una localidad madrileña de 180.000 habitantes, el triple que Zamora capital, saltó a los medios hace dos años cuando arremetió contra el feminismo radical, a cuyas integrantes calificó, entre otras cosas, de mujeres frustradas. Y no solo eso, pues se negó a colocar y no colocó la bandera arco iris esa de los LGTB, en el balcón del Ayuntamiento, y negó su voto en conciencia a la Asamblea madrileña cuando la moderna Cifuentes, que con tanta progresía se va quemando a si misma y quemando sus pocas posibilidades de ser un día la sustituta de Rajoy, aprobó una ley impulsada desde la izquierda a favor del mismo colectivo. Pérez, católico y de derechas, empieza a labrarse un nombre como abanderado de una corriente importante existente en el PP y cuyos votos estrictamente conservadores son los que mantienen todavía su precario triunfo en las urnas.