El prelado, al que se hace referencia en el título, tiene de nombre Agustín González Pisador. Nació en Nava del Rey (Valladolid) en el seno de una familia acomodada, el 5 de Julio de 1709 y falleció en Benavente (Zamora), el 17 de Marzo de 1791 cuando contaba 81 años. Los primeros conocimientos los adquirió en Medina del Campo y los superiores en la Universidad de Valladolid. Al estudiar en colegios de la Compañía de Jesús, su formación y espiritualidad están muy relacionadas con esta congregación, con cuyos miembros, siempre tuvo una estrecha colaboración. El largo tiempo de permanencia de Agustín González en las provincias de Toledo y Madrid, destacó no solo por los cultos sermones que dirigía a sus feligreses, sino también, por las ayudas que prestaba a los agricultores, como sucedió en Boadilla del Monte localidad de la Capital de España, logrando con su influencia que los ciervos de los bosques reales dejaran de causar destrozos en sus tierras de labor.

Pero ¿Cuál es la vinculación de González Pisador con Benavente? La versión más admitida por sus biógrafos, especialmente por J. J. Tuñón Escalada, es que esta población que desde la época medieval perteneció a la diócesis de Oviedo, tiene un clima más cálido y seco que el de la húmeda capital del Principado de Asturias, hecho que favorecía la enfermedad de Agustín que padeció durante treinta y siete años y que ya sufría poco antes de que fuera nombrado obispo de Oviedo en 1760, al suceder en el cargo a, Don Juan Manrique de Lara, que pasó a ocupar la silla de la catedral de Plasencia (Cáceres). Los documentos que nos han llegado no dicen nada de ella pero parece ser debida, a un fuerte reumatismo o a una tuberculosis crónica que le obligaba a pasar en muchas ocasiones largas temporadas en cama, por eso prefería estar en Benavente y no en su sede episcopal.

El pontificado de Pisador en Asturias duró treinta y un años, de los cuales, aproximadamente, veinte los pasó en Benavente. Su casa-palacio la estableció junto al templo de Santa María la Mayor. La vida social que tuvo en suelo zamorano fue muy escasa por sus continuas dolencias. Se rodeó de un corto número de clérigos que le asesoraban en los asuntos de la Diócesis, así como de muy pocos criados para el cuidado y mantenimiento de su casa. Desde aquí controló toda la actividad del Obispado de Oviedo, de cuyos asuntos nunca se olvidó, así por ejemplo, introdujo numerosas reformas en el cabildo catedralicio y en los arcedianatos, fruto de su labor serían las "Constituciones Synodales del Obispado de Oviedo", que publicadas en 1786, contaron con el real permiso del monarca Carlos III. A pesar de ello, tuvo que soportar las continuas críticas del cabildo catedralicio por encontrarse ausente de su sede. Fue un hombre muy generoso y su presencia en Benavente se extendió a diversos campos: fomento de las comunicaciones entre Oviedo y Benavente; construcción y decoración de nuevos inmuebles a veces con dinero de su propio bolsillo; formación de una cultura musical entre los niños pobres; mejoró los actos y solemnidades en los templos, encontrándose entre ellos, la autorización que concedió al Conde de Benavente para que celebrara en el Oratorio de su castillo-fortaleza misas y actos religiosos; reforma del cabildo del templo de San Vicente (1775); daba frecuentemente limosnas, desde la puerta de su palacio, a los pobres para aliviar su triste situación, etc. Al fallecer, después de haber tenido como obispo auxiliar a causa de su enfermedad al prior de la catedral ovetense, don Juan de Llano Ponte, natural de Avilés, su cuerpo fue enterrado en el interior de la iglesia de Sta. María de Azogue (Benavente).