En una encuesta del fin de semana pasado sobre posibles terceras elecciones y candidatos para las mismas, prácticamente arrasaba el defenestrado Pedro Sánchez como el socialista preferido para volver a liderar el partido y lo que es más sorprendente aún, casi doblando en intención de voto entre los electores del PSOE a la cabecilla visible de la rebelión, Susana Díaz. Ahí queda eso, aunque ahora mismo, con la comisión gestora encerrada en su laberinto, y los plazos agotándose, todo parece indicar que no habrá nuevos comicios porque Rajoy y Fernández van a llegar a un acuerdo, si es que el pacto no está cerrado ya aunque queden flecos pendientes, que se resolverán.

Es muy probable, por más que desde el PP y desde el PSOE se niegue que así sea, mientras los socialistas reiteran que no aceptarán condiciones y Rajoy habla de que no las habrá, si bien se le escapa que tendrán que abordar algunos puntos comunes, siete u ocho, entre los dos partidos. Pero lo que resulta más que evidente es que la abstención -táctica, como dice Fernández, el presidente de la gestora- se producirá, sin duda ninguna, porque si no, no hubiesen llevado a cabo el motín que habrá acabado políticamente con Sánchez, sí, -aunque por la encuesta referida no lo parezca- pero que también puede haber acabado con el PSOE. A ver ahora quién es el que da la cara, el que se convierte en imagen de la entrega del poder al PP en una rendición total. Porque los socialistas catalanes ya han comunicado oficialmente que votarán contra Rajoy, y más, a los que se irán uniendo otros en el camino. Al PP no le importa pues le basta con once abstenciones de las filas del PSOE. Como no le importa en último caso gobernar con sus 137 escaños, a los que luego se uniría Ciudadanos, pues ahora dice lo contrario, aunque todo ello no sirviese para otra cosa que sentarse en el banco azul del Congreso que sería la institución que gobernaría de verdad en una legislatura que apenas si duraría unos meses.

Mientras, continúa repitiéndose desde el ámbito de los autodenominaros críticos que se fue a por Sánchez por su aproximación a Podemos y a los independentistas. Incluso han comentado que algunas actitudes del excandidato insinuaban un alejamiento de la línea socialdemócrata y una radicalización izquierdista, la "podemización" de la que ha hablado Fernández. Si es así, habrían acertado dado el daño que Zapatero hizo a este país volviendo a resucitar, con sus torpes leyes de resentido, las dos Españas y acabando con el espíritu de concordia de la transición en la que tan bien les fue a PP y PSOE. Pero nada de eso parece ser la razón verdadera del golpe de mano que ha hecho de Sánchez una especie de mártir, ni justifica el pronunciamiento. Porque el PSOE está ahora mucho peor que antes y el PP, sin oposición real, sigue mirando para otro lado en Cataluña donde ya han fijado fecha para el referéndum vinculante de independencia. Todo está atado y bien atado, pese a que la mayoría de sus electores rechazan la abstención, y pese a que ayer mismo se sabía por un periódico nacional que el partido que va a seguir gobernando instruía a sus alcaldes, documentalmente, sobre financiación ilegal.