Que sí, que hay que hacer justicia y pedir el reconocimiento colectivo a los represaliados por la Dictadura. Pero, ¡ojo!, también a los represaliados por la República. La Memoria Histórica debe ser y estar igual de viva para todos: para los que se cargó la Dictadura y para los que fusiló la República. Poco se habla de la represión en el territorio del bando republicano, donde tampoco meaban santo, y que constituyó una sucesión de acciones violentas. Fue la llamada etapa del "terror rojo" durante la que se cometieron infinidad de atrocidades. Hasta 10.000 personas fueron ejecutadas por sus creencias religiosas. La persecución religiosa en la España del siglo XX durante la II República y la Guerra Civil fue una de las más atroces de la historia del cristianismo. El número de muertos por odio a la fe así lo acredita. Igualmente la lista de santos y beatos que con su sangre regaron España de norte a sur.

Es que están tratando de echar tierra sobre eso, y no. Ya puestos, efectivamente, hay que desenterrar a los muertos de la Dictadura. Y también a los muertos de la República, en las checas, en la cárcel Modelo, en Paracuellos del Jarama. Poco se habla de Pilar Gullón, Octavia Iglesias y la joven de 19 años Olga Monteserín, conocidas como las "enfermeras mártires de Somiedo", que fueron ejecutadas por milicianas, tras ser reiteradamente violadas y sometidas a vejaciones. Sus cuerpos fueron hallados incorruptos. Las tres merecieron los más encendidos elogios literarios de doña Concha Espina. Quizá por eso, habrá que retirar todas las calles que tengan el honor de llevar el nombre de la ilustre escritora cántabra.

Yo no digo que no haya una deuda moral con los represaliados del franquismo. Pero ¿y la deuda moral que se tiene con los represaliados de la República? En ciertos batiburrillos en los que cada cual arrima el ascua a su sardina, intentan meter a prohombres como don Carlos Pinilla Turiño. Y ahí se equivocan de medio a medio. Si quieren borrar cualquier vestigio que recuerde al zamorano de Cerecinos del Carrizal, que empiecen por derribar la otrora Universidad Laboral, templo dedicado a María Auxiliadora incluido y, por supuesto, el otrora Clínico "Virgen de la Concha". Y de paso que traten de abolir algunas cofradías de la Semana Santa de Zamora de las que don Carlos Pinilla fue un gran benefactor. En Gijón se ha rehabilitado sin reparar en gastos la Laboral Ciudad de la Cultura, origen de la primera universidad laboral que existió en España. Pero ninguna remodelación puede borrar las huellas de los orígenes de la Universidad Laboral, que dio sus primeros pasos en 1945 como proyecto de orfanato minero. Cuentan las crónicas que lo decidió el entonces subsecretario del Ministerio de Trabajo, Carlos Pinilla Turiño, después de asistir a un entierro de víctimas de un accidente en la mina.